¡Salpicados! Capítulo 20


Capítulo 20

Nunca pensó que podría estar tan agotada tras seis horas en una ludoteca. Ni siquiera había cumplido con una jornada laboral completa, pero esos niños puestos de azúcar hasta las trancas podían acabar con cualquiera. Al llegar a casa, tras comprobar que estaba sola, llenó la bañera y soltó unas cuantas sales de baño. Necesitaba relajarse y ahora que Gabriel se había llevado a Melisa a dormir con su abuela podía hacerlo tranquilamente. Adoraba a esa niña, pero necesitaba disfrutar de un momento solo apto para adultos: Agua caliente con burbujas, música relajante y una copa de vino blanco entre velas.
Dejó que su espalda resbalase por la bañera hasta reposar la cabeza en la toalla que empezaba a empaparse, cerró los ojos dejándose llevar por la música y se sorprendió de su capacidad para tolerar los grados de más del agua. Su piel disfrutaba de aquellas altas temperaturas,  eso sí que era calidad de vida.
-¿Ciara? -dijo Gabriel al entrar en casa. ¡Mierda! Otra vez había olvidado cerrar la puerta del baño-. ¿Estás en casa? Tengo algo que contarte.
Gabriel avanzó por el pasillo y apartó la mirada de forma apurada cuando se la encontró dentro de la bañera. Entre tanta espuma no había nada de qué avergonzarse, pero la simple visión de sus hombros perlados de gotas humeantes le habían facilitado imaginarse el resto.
-¡Perdón! 
Su tono de voz apurado consiguió que Ciara se echase a reír, le resultaba adorable. Parecía un adolescente vergonzoso en lugar del hombre, padre de una niña, que realmente era.
-Gabriel, por favor... Aquí no hay nada que no hayas visto antes -dijo ella sacando los brazos de la bañera de forma teatral-. ¿Qué es eso que tienes que contarme?
El chico se apoyó el marco de la puerta lleno de inseguridad, era incapaz de mantenerle la mirada más de dos segundos.
-A la profesora de Ciara le encantó lo que les contaste a los niños, también me dijo que se notaba que habías ayudado a Laura... -A Caira se le escapó la risa al recordar el guion que hicieron juntas-. Me dijo que Melisa había pegado un cambio bien grande desde que formas parte de su vida, cree que eres una buena influencia.
-Sí, los profesores se me dan bastante bien -bromeó ella.
-Me estuvo preguntando por tu formación, quería saber dónde habías estudiado.
-¿Y eso?
Gabriel se encogió de hombros.
-Su marido es el director de ese famoso colegio privado del centro. Ya sabes ese que tiene un escudo de un libro y una flecha... -Ciara asintió con vehemencia-. Pues quiere que le lleves su curriculum, que ella misma va a recomendarte.
-¡¿Qué?! -Ciara se incorporó emocionada y él agachó la cabeza, ocultando una sonrisa, en cuanto observó inicio de sus pechos. Agarró la toalla que había sobre el retrete y se envolvió en ella antes de salir de la bañera. Sin siquiera haber secado un ápice, se lanzó sobre los brazos de Gabriel y le rodeó el cuello entre risas-. ¿Sabes lo que significa esta oportunidad? ¿Sabes lo que significa tener la posibilidad de trabajar ahí? 
-¿Mucho? -Gabriel estaba casi tan feliz como ella-. Bueno, estoy de acuerdo con la profe de Melisa, ya es hora de que enchufen a alguien que merezca la pena. Vas a ser la mejor maestra de ese colegio de pijos.
Hacía demasiado calor y ese baño era demasiado pequeño, tanto que entre sus cuerpos a penas había espacio para que existiese algo más que el vaho que se colaba por las esquinas. Estaban tan cerca que podían oler sus risas, estaban tan húmedos que las telas que les separaban empezaban a pegarse, estaban tan felices que ni siquiera el pudoroso de Gabriel pudo apartarse cuando Ciara le dio un beso.
El roce de esos labios carnosos y la reacción química al combinar sus salivas le pilló desprevenido. Hacía tiempo que no se le aceleraba el corazón de aquella manera y los dedos de Ciara, que acariciaban su nuca acercándole a ella, no ayudaban.
Cuando se separaron, Gabriel tropezó al escapar  de la traviesa sonrisa que iluminaba a Ciara. De no haber puesto tierra de por medio probablemente le habría arrancado ansioso esa toalla y no quería espantarla a estas alturas. Tenía que ser el caballero que nunca había sido. Ciara lo merecía.
-Esto hay que celebrarlo -dijo él sintiendo que era el beso, y no el resto, el motivo de la celebración-. ¿Te apetece salir a cenar por ahí?
Ella negó con la cabeza.
-Me apetece estar a solas contigo.
-Vale, entonces prepararé algo -Estaba demasiado nervioso, tal vez lo que ocurriese en la cocina no fuese más que un estropicio-. No, mejor bajaré a comprar algo preparado -prosiguió dándose la vuelta.
-Gabriel, relájate -le pidió ella extendiendo la mano hasta alcanzar la suya-. Prometo no morderte a menos que me lo pidas.
Tragó con dificultad cuando Ciara le quitó la camiseta, creyó perder el control de su cuerpo cuando le desabotonó los vaqueros y deslizó las manos por sus piernas. Esta chica era... Y él hacia demasiado tiempo que no... Estaba desentrenado. Ella dejó caer su toalla y se metió en la bañera lentamente, permitiendo que él observase su cuerpo sin pudor. Nunca se había acercado a una mujer como Ciara, con esa seguridad en sí misma que deseaba y envidiaba a partes iguales. Le daba miedo dejarse llevar y no estar a la altura de lo que ella esperaba de un hombre como él, pero eso no le impidió entrar en la bañera junto a ella.
-¡Oh....! -se quejó al quemar las zonas más sensibles de su anatomía-. Está muy caliente....
Ella se acercó a él, sonriendo, antes de llenarle el cuello de pequeños y húmedos besos. Jamás había sentido ese tipo de deseo por nadie, sentía ansias por devorarlo y no tardó en regresar a su boca. 
-No dejemos que esta vez se enfríe, Gabriel -susurró.
Y él no se sintió capaz de llevarle la contraria. A pesar del miedo que sentía a dejarse llevar por una mujer, no pudo evitar que el rostro de Ciara le embelesara. Estaba preciosa sin un rastro de maquillaje, no se resistió a acariciar sus labios con el dedo pulgar mientras ella seguía su rastro con su lengua. Cuando sus largas y suaves piernas le rodearon supo que no había vuelta atrás, Ciara le hacía enloquecer bajo el agua y él no era quién para negarse a sus cantos de sirena. 

Días Sin Fin

Una vez, en un pasado no muy lejano, Sandra C. Gallegos y yo compartimos editorial. Ella, con su Magia Medieval, aprendió a moverse en este mundo editorial a través de una mala experiencia muy similar a la mía (y a la de otros tantos escritores). Pero, a pesar de los malos momentos, sus letras nunca frenaron. En 2012 su nueva novela, Días Sin Fin, fue publicada por la editorial Javisa23 y yo no pude sentirme más feliz por ella. Sobra decir que, en cuanto pude, me faltó tiempo para hacerme con la novela.
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Una comisaría de policía de Londres está bajo la pista de un grupo de criminales liderados por Richard Hatch, personaje desequilibrado y obsesivo dónde los haya. Brian y Dave patrullan la ciudad siguiendo cada una de sus pistas, intentando evitar que vuelvan a raptar a otra joven y extorsionar a la familia antes de devolverles un bonito cadáver. Bonito, sí, porque no les sirve cualquier mujer, debe ser hermosa. Y, en cuanto a belleza, es difícil igualar a la inspectora Rachel Rivers. Para Hatch es todo un reto hacerse con ella, no solo por su deseo de convertirla en su próximo juguete, sino porque además de ser inspectora también es la hermana de Dave y el ojito derecho de Brian... Y todo eso no podría resultarle más atractivo a un perturbado como él.



Dave y Brian salen a patrullar en el que parece  ser un día cualquiera.  Por muy complicada que sea la vida de un policía, y más la de aquellos que se dedican a casos tan especiales como perseguir a bandas criminales, cuando llega  la  noche también lo hace la tranquilidad de su hogar.  Pero este día, volver a casa se convierte casi en un sueño. Desde este momento (el capítulo uno,  las primeras  páginas) el ritmo de se esta novela se vuelve imparable. No es capricho de la autora, la acción del argumento lo requiere.  

La banda de Hatch hace su primera  aparición en el mismo capítulo,  una  aparición cuanto menos estelar en la que se hace gala  de todo su poder. ¿A quién le importa estar rodeados de fuerzas de seguridad cuando tu gran capacidad de organización te convierte en alguien casi intocable? Así es  como veo yo a este líder, con un perfecto perfil antisocial al que no le falta detalle (ignorar normas  sociales, ausencia de empatía, despersonalización de sus víctimas, megalómano...) que planifica  hasta el más mínimo movimiento de cada uno de sus subordinados para que todo salga según sus deseos. Su objetivo,  como la sinopsis menciona, es Rachel Rivers  y no le importa tener que llevarse por delante  a quién sea necesario con tal de  conseguirlo. Tarde o temprano.  Hatch sabe tener paciencia, en el fondo,  sabe que todo llega... ¿Se nota que ha sido mi personaje favorito?
A  pesar de conocer a la  autora, nunca había leído nada suyo y ha sido una grata experiencia. Su forma de narrar, sencilla y cercana, sabe acoplarse a cada personaje y hacérnoslos llegar con tanta facilidad como si les  tuviéramos  delante. Si bien, debo reconocer que ha habido escenas en las que echaba de menos que nos introdujera un poco más en la situación a través de narraciones  que me dejasen entrar en el escenario junto a los personajes.

Desconozco si antes de salir a la venta pasó por  manos de algún corrector profesional, pero creo que una revisión para futuras ediciones le  vendría de perlas para convertir esta novela en un gran libro de género policíaco. La existencia de alguna errata ortográfica, repeticiones de palabras en el mismo párrafo o línea, o simplemente lo que antes mencioné sobre  introducir  un poco más la situación en las  acciones de los personajes;   se  puede evitar y mejorar confiando en un buen corrector  (y lo digo por experiencia.  Como escritora no supe lo que me podía ayudar una correctora profesional hasta que la tuve). Y otra cosilla que tampoco me convence mucho es la portada, no por la imagen elegida (que puede gustarnos más  o  menos) sino porque la tipografía y el color de  letra (o la maquetación en sí, de  eso ya no entiendo) no hacen que el título o el nombre de la autora destaquen tanto como deberían. En definitiva, unas mejoras que dependen más que nada del trabajo de la editorial.


Una novela llena de acción, un argumento que te engancha y te atrapa. Si te animas a  leerlo, verás que tus ojos corren por las líneas  devorando las  páginas  sin saciar ni un ápice esa ansiedad por conocer el desenlace de la historia.

¡Salpicados! Capítulo 19


Capítulo 19
 
Acomodarse al día a día fue más sencillo de lo que esperaban.
El mismo fin de semana de la mudanza, Melisa ya se había encargado de romper el hielo haciendo todas las preguntas que se le pasaron por la cabeza mientras ayudaba a Ciara a colocar su armario. Parte de su interrogatorio podría haber resultado incómodo a cualquier mujer, pero Ciara sabía cómo amoldarse a esta espabilada niña cediendo dónde otros adultos nunca lo habrían hecho a la par que controlaba la información. Gabriel ni se había atrevido a interrumpir en la habitación, prefería esperar a la sesión de cine que habían planeado dónde no tendría que hablar a Ciara, ni siquiera tendría que mirarla.
Pero esa incomodidad fue desapareciendo con los días. La primera semana Ciara estuvo tan ocupada recorriendo la ciudad en busca de empleo y solicitando un hueco en la cola del paro, que a penas coincidían en casa. Por las noches, cuando compartían la cena con Melisa, la niña siempre era la protagonista. Gabriel era consciente de que su relación se estaba enfriando con ese tipo de convivencia, pero no quería arriesgarse a perder la comodidad que por fin habían alcanzado.
Enseguida generaron sus propias rutinas, como cualquier familia: Ciara era la primera en levantarse, pues dedicaba las primeras horas de la mañana a rastrear ofertas de empleo u oposiciones por internet. La niña no solía aguantar en la cama hasta que sonase el despertador, solía despertarse como un reloj tras ocho horas de sueño y estaba deseando ir corriendo a desayunar con Ciara. Cuando Gabriel salía de su cuarto, listo para el primer paseo hacia el colegio, disfrutaba de tener el café recién hecho y de una Melisa que se había preparado sola con la supervisión de su compañera de piso. 
Lo mejor, eran las tardes. Algunas veces, tras hacer los deberes con la niña,  Ciara les acompañaba al parque y merendaban junto con Laura y su hijo; otras, si el tiempo no acompañaba jugaban con Melisa haciendo puzles, creando obras de teatro para su marionetas. Pero, para Gabriel, el momento más placentero del día llegaba después de la cena. Le encantaba volver al salón, tras arropar a su niña, y encontrarse a Ciara esperándole para tomar el postre viendo juntos alguna serie en la televisión que siempre interrumpían. En algunas ocasiones les daban las tantas de la madrugada charlando sobre todo y sobre nada, conociéndose un poco mejor, disfrutando de su mutua compañía. Tanto que Gabriel no le importaría seguir así el resto de su vida. Junto a Ciara se sentía tranquilo, se sentía feliz.
-¡He conseguido una prueba! ¡Una prueba de una semana! -dijo Ciara entrando en la cocina-. ¡Por fin! -Estaba tan contenta que no dudó en lanzarse a los brazos de Gabriel en un tremendo abrazo sin importarle que tuviese los dedos casi tan empanados como los filetes de la sartén.
-Enhorabuena. -Gabriel se dejó embriagar por el olor a limón de su cabello.
-El horario es un poco chungo -le dijo soltándose de su abrazo, las croquetas de Cándida recién calentadas, la estaban llamando a gritos-. Me necesitan para la ludoteca, no para la guardería, pero por algo hay que empezar.
-Claro, lo importante es entrar en la empresa. No deja de ser un trabajo algo relacionado con lo tuyo -añadió él-. Deja ya las croquetas. No tardaremos en comer, Laura está al caer con los niños.
-Vale, papi -bromeó ante de abandonar la cocina-. Voy a ponerme cómoda.
Por alguna extraña razón, esas palabras hicieron que Gabriel se estremeciera. No escuchó ninguna puerta cerrarse y pensar que si atravesaba al pasillo podría verla le ponía algo nervioso. Le habría gustado atreverse a hacerlo alguna vez.
-¿Cuándo empiezas en prueba? -le preguntó en voz bien alta.
-Mañana. Un sábado por la tarde, en el que probablemente llueva: El momento ideal para estrenarse en una ludoteca -respondió de la que regresaba a la cocina aún bajándose la camiseta. Gabriel apartó la mirada preguntándose hasta qué punto Ciara conocía los efectos que le provocaba la visión de su ombligo-.Incluso creo que hay un cumpleaños de doce niños.
En cuanto comenzó a poner la mesa en el salón, llamaron al timbre. Melisa se lanzó a los brazos de Ciara al descubrirla tras la puerta y tardó menos de dos segundos en comenzar a contarle, tremendamente emocionada, que su profesora le había dado permiso para llevarla al colegio el día de las madres. 
-Pues a ver de qué les hablo yo a los niños -masculló Laura entre dientes-. Soy el perfecto ejemplo de lo que nadie debería hacer.
-De eso nada -la corrigió Ciara mientras dejaba a Melisa en el suelo. Acto seguido los niños empezaron a perserguirse por el salón tirando sus mochilas a un rincón-. Eres una madre que lucha cada día por su hijo. Si eso te parece poco...
Gabriel pasó entre ellas cargado con las dos bandejas repletas de filetes rusos y patatas fritas. Ellas le siguieron y obedecieron cuando las llamó a la mesa, los niños tardaron un poco más en seguir el ejemplo.
-¿Os podéis creer que River me ha llamado pidiéndome dinero? -dijo robando una patata-. Podría contarles eso en el cole: Cómo me lié con un tío que estaba casado y que ahora me reclama pasta como compensación de tantos cunnilingus.
-¿Qué es un corilingus? -preguntó Jairo al ocupar su asiento junto a Melisa.
-¡Qué bobo! -exclamó la niña-. Es una de esas inyecciones para la alergia que se ponen en el culo.
La comida le pasó como una bola por la garganta mientras intentaba controlar la risa. Ciara tuvo que mirar hacia otro lado para que los niños no la viesen reír.
-No hija, eso que le pusieron a la abuela cuando comió cacahuetes era urbason -le explicó Gabriel intentando hacerlo con naturalidad-. Lo otro son tonterías de Laura.

¡Salpicados! Capítulo 18



Capítulo 18

 El día de la mudanza, Gabriel estaba de los nervios. Había limpiado la casa a fondo, deshaciéndose de los trastos acumulados en la habitación para dejársela libre a Ciara. Entre ellos se encontraban algunas cosas de Verónica que él suponía que no volvería a necesitar, como ropa pasada de moda, el casco de la bicicleta que se había comprado para salir a pasear con Melisa y que revendió dos meses más tarde, o los patines en línea que se le habían antojado y que nunca llegó a usar. 
  Entre limpiar, hacer la compra para que la nevera estuviese repleta y llevar todos esos trastos a la beneficencia, a penas le quedaba tiempo para preparar la pizza que les había prometido para la cena. Intentó apurar el tiempo al máximo haciendo la masa de pan rápida que le había enseñado su madre, pero justo cuando empezó a amasarla sonó el timbre.
  -¡No, no!  ¿Ya está aquí? -murmuró entre dientes-. Mel, ¿te importaría abrir la puerta? -dijo bien alto para que su voz superase el volumen de Disney Channel-. ¡Mel!
  -Ya voy -dijo arrastrando la última sílaba. La niña fue hasta el recibidor, arrimó la pequeña escalera que le ayudaba a alcanzar la mirilla siempre que era necesario y soltó un grito que alarmó y alivió a su padre a partes iguales- ¡Güeli!
  Cándida se agachó para apresar a su nieta entre sus brazos le entregó una bolsa de supermercado llena de esos bollos de chocolate que tenían que durarle toda la semana.
  -Mamá, ¿qué haces aquí? -le dijo Gabriel apurado. Ya iba con retraso y solo faltaba que llegase su madre a entretenerle, Ciara era la chica más puntual que jamás había conocido-. Lo tengo todo controlado.
 -Ya veo -respondió Cándida echando un vistazo a la casa-. Está todo reluciente. -Su hijo dibujó una sonrisa en su cara enharinada-. Pero tú echas hecho un desastre. Ve a darte una ducha, no vayas a darle a esa chica la impresión de ser un descuidado. Mira que Ciara no es una Verónica cualquiera...
  Cuando la niña la atravesó con la mirada, Cándida se arrepintió de sus últimas palabras. No le gustaba Verónica, jamás le había gustado, pero eso no significaba que tuviese que hablar mal de ella delante de su hija. Melisa la adoraba y, por muy perversa que fuese la forma de amar de Verónica, ninguna niña merecía oír algo así sobre su madre. Algún día tendrían que contarle todo, pero sería mejor que creciese creyendo que su madre la quería tanto como lo hacía ella.
  -Claro que no, porque Verónica es mi madre -le corrigió la niña-. Ciara es solo una amiga que necesita vivir con nosotros un tiempo porque no tiene trabajo ni dinero. Pero va a dormir sola en la habitación que hay libre, ¿verdad, papá?
  Es curiosa la forma en la que tienden a expresar sus miedos algunos niños. Gabriel sabía que a Melisa le  asustaba la posibilidad de no volver  a ver a su madre, pero temía más aún que estaba fuese a ser sustituida en su vida.  Al contrario de lo que había imaginado, a Melisa no le había agradado mucho eso de ver  todos los días a Ciara en su casa. Le caía bien, y era muy divertida, pero no le gustaba compartir a su padre, menos aún que nadie ocupase la plaza vacante de mujer del hogar. Le repetía una y otra vez que su madre  volvería,  y lo peor es que probablemente  tuviese razón. Pero Gabriel prefería no pensar en esa realidad incómoda que nunca le dejaba avanzar con su propia vida.  Si Verónica regresaba algún día, tendrían que plantearse muchas cosas.
  -Gaby,  ¿estás listo? -le gritó su madre-.  Ciara está llegando, acaba de aparcar  el  coche.
  Con la  toalla anudada  a su cintura,  Gabriel terminó de repasar  su rápido afeitado, se engominó ligeramente su pelo castaño de forma descuidada y suspiró. "Pero, ¿por qué narices estoy tan nervioso?", se preguntaba.
  -Gaby, ¿me has oído? -le  gritó de nuevo su madre. 
  Le  estaba poniendo más  nervioso aún y esto le entorpecía.  Tropezó dos veces con  la pernera de su vaquero antes de  ponerse  la camiseta blanca de andar  por casa.  Se miró de nuevo al espejo, tenía buen aspecto.
  -Estaría bien que fueses un caballero y bajases a ayudarla,  viene con tres  maletas  la  pobre. Qué  desgracia de crisis,  que  pena de chica... 
  Cándida  empezó con sus lamentos habituales sobre el porvenir de la  juventud y él aprovechó para salir disparado por la puerta. Melisa, masticando un pastelito de chocolate, los observaba preguntándose a qué venía tanto alboroto.

  Se la  encontró apoyada  sobre la  puerta del  portal, buscando el piso entre los números del telefonillo. Saltó los  últimos tres escalones  del  descansillo y aterrizó justo tras ella  abriéndole  paso de golpe. Por  Dios,  ya estaba sudando otra vez...
   -Hola. -dijo Ciara  sonriente al encontrárselo tan apurado-.  ¿Dónde está  el fuego?
  -Yo...  eh... Mi madre está arriba y me está  poniendo la cabeza como un bombo -se excusó-. "Ciara  ya está  aquí,  baja a ayudar a la pobre con las maletas". -Intentó imitar la voz  de  su madre, pero no le salió nada  bien.
  -No era necesario,  soy una chica fuerte -le  dijo adentrándose   en el  portal  con las tres maletas  a su cargo.  A penas podía avanzar-. ¿Lo ves?
  Gabriel se echó a reír y le  quitó las dos maletas más grandes  de  las  manos. Lo bueno de una recién construcción,  aunque sea de un edificio subvencionado por el estado, es que tenían ascensor hasta el tercero.
  -¿Cómo se  lo ha tomado Melisa? -le preguntó en los escasos centímetros que les separaban.
  -Bien...
  -Tiene miedo de que intente usurpar el  lugar de "mamá",  ¿verdad?
  -Algo así.
  -Es normal. Pero no te preocupes. -El  ascensor alcanzó su parada  y Ciara  sacó una  pistola de juguete rellena de líquido de gominolas-. Sabré  lidiar con ello.



Reto: ¡Yo escribo!

Sé que siempre estoy con la misma canción, pero ¿no es  maravilloso el mundo que se abre ante nosotros  cuando nos lanzamos a  crear un blog? Para  los escritores es un espacio único, inmejorable, para darnos a conocer. Y en el blog  Eleazar Writes nos dan la oportunidad y las pautas perfectas para hacerlo. Si no hubiese sido por la iniciativa de la  sección Tú escribes, no habría conocido a Irilaya, y si no la hubiese conocido a ella y de su entrada sobre su espacio de escritura nunca habría sabido de esta  sección...  Estas son las  razones que de verdad me  motivan para  seguir con este blog adelante. Y,  por supuesto, animarme con este reto.

¡Yo escribo! ¿Y tú?

Se trata de dar a conocer nuestros  métodos  de escritura,  nuestras pequeñas manías,  nuestras formas de ver este oficio o este entretenimiento... Pueden participar  todas aquellas personas que escriban.  No importa si son nuevas en esto,  si han publicado o si no. Os animo a participar  haciendo clic.



¡Escritor! ¡Escritora! Descríbete

Después de cuatro años en este rinconcito creo que os tengo fritos con este tema en concreto. Desde mis inicios nunca me consideré  escritora,  me daba un poco de  miedo decirlo así. Incluso aún habiendo publicado Orquídea Blanca. Después llegó Entre Cuentos de Hadas  y compartí esta  entrada con vosotros en la que os planteé el terrible respeto  (y miedo) que tenía a definirme de esa manera. Pero mi conclusión fue simplemente esa:  Soy escritora. ¡Claro que sí! 

También soy otras muchas  cosas,  pero escribir forma  parte  de mí, es algo que necesito.  Me gusta contar historias y haceros partícipes de ellas, esto último me  gusta tanto que estoy planteando escribir uno de esos libros de elegir tu camino tan rematadamente complicados... Para mí ser escritor  es precisamente eso. Crear una  historia, unos personajes  y un ritmo,  que atrape a los lectores hasta tal punto que la hagan suya. Cuando un lector entra en el libro,  saca sus propias conclusiones y juega con los personajes y su futuro, es cuando realmente ha vivido la novela.

Si tuviera que definirme como tal, hablar de mi estilo al escribir, aún estaría más perdida. Cuento las cosas como me salen, mentiría si no dijera que después me paso horas, a veces incluso semanas, trabajando sobre párrafos que no me convencen o ideas que no están bien expresadas, pero en un principio tiendo a la sencillez. Me gusta que el lector entienda lo que está leyendo, aunque eso no quiere decir que de esas frases tan sencillas no puedan sacarse segundas lecturas.


    Fight!
  • Uso y abuso de los diálogos (creo que como cualquier autor principiante), las descripciones de la ambientación me cuestan un triunfo. Sigo trabajando para mejorar en esto y conseguir que la situación que rodea a los personajes no sea mera descripción sin más, que no sea una enumeración de esto es así o asá... Pero es complicado, aún tengo mucho que practicar en este sentido. Sobre todo, la descripción se complica al narrar una batalla, un conflicto, una lucha.... Bufff, me costó aceptar que las patadas voladoras a lo karate-kid no valen. Me parece todo un arte describir algo así sin valerse de ilustraciones, ¿cómo conseguir que el lector se imagine a Edrick Wirenne cruzándole la cara Leonardo, tal y como yo lo imagino? Es complicadísimo. Felicidades a todos los escritores que podéis dominar estas escenas, sois increíbles.
  • Me gustan los tópicos (ouhhhh, yeeeeaaahhhh!), mejor dicho, me encantan. Disfruto leyéndolos. No quiero decir que siempre busque tópicos para leer, pero cuando me apetecen sé que tipo de libro buscar y sé que ahí voy a encontrarlos. Lo que no me gustan, son los tópicos mal contados o argumentos repetitivos (eso es harina de otro costal, hay que diferenciar...). Como dice Jorge de Juvenil, Fantástica o la que se Tercie en sus super reseñas, porque eso es lo que él hace, "no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta". Ese cómo para mí lo es todo, y aunque uso tópicos (porque quiero, porque los busco, porque me gustan y porque, desde un punto de vista un poco postmodernista: es imposible no caer en uno de ellos) intento hacerlo bien, contarlos a mi manera, ser original dejando mi propia marca.
  • ¿Qué cuál es mi marca? Yo creo que los personajes. Diría que ellos son mi fuerte. Como lectora detesto a los personajes poco trabajados y a los secundarios que cuando vuelven a aparecer en escena te hacen pensar ¿y este quién era?. Por eso, desde el principio, intenté trabajar la inteligencia emocional de cada uno de ellos. Insisto, digo intentar porque a veces hay situaciones escritoriles que se me descontrolan. Si el argumento es el corazón de la novela, los personajes son la sangre que recorre el cuerpo de la historia. Son los que nos hacen recorrer las páginas, son lo más importante, lo más, más, más importante. Por eso no soporto ver protagonistas a las que les falta un hervor (no me importa que sean pavisosas. Vale, pueden serlo, en este mundo tiene que haber de todo. Lo que sí me importa es que no sean consecuentes con su pavisosismo). ¡¡A Dios (es decir, al Sr. P) pongo por testigo de que nunca saldrá algo así de mis manos!!

¿Os he aburrido lo bastante ya? ¿Si es que has leído alguna de mis novelas, estás de acuerdo con lo que digo? Nadie opina mejor que el que lo hace con objetividad, así que soy toda ojos.
Por cierto... ¿Alguien se anima a seguir con este reto?


Bruja Mala Nunca Muere

Tantas ganas que le tenía y.... En fin. Me cuesta mucho decir que me ha decepcionado, me cuesta porque una vez más  me doy cuenta de que me lanzo a por ciertos libros con demasiadas expectativas. Y no solo porque me pareciese un libro muy introductorio (creo que son unos 12 ...).  Intentaré justificarme.

El mundo,  tal y cómo lo conocemos,  ha sufrido una terrible fractura. Tras una especie de epidemia relacionada con tomates (¿?),  los   seres sobrenaturales han salido a la luz. Todas las razas conviven en el mismo espacio, más o menos pues los inframundanos  tienen tendencia de alejarse al  barrio de los Hollows, y a la luz del día,  unos más que otros. Por desgracia, la  convivencia no siempre es sencilla. Algunos inframundanos tienden a abusar de su poder (vampiros, duendes, brujas de magia negra...) y se necesitan organismos gubernamentales especiales para atender estos casos. Uno de ellos es la SI y Rachel Morgan, bruja de magia blanca, trabaja para ellos.

O eso solía hacer,  hasta que  metió la pata en una misión y la relegaron a trabajos de aprendiz. Intentan agobiarla hasta que abandone, y si abandona está muerta.  Sí, así de sencillo. Nadie abandona la SI y  sale vivo en el intento, así se lo recuerda Ivy, su antigua compañera,  vampira no-muerta, en un encontronazo.

Rachel es una protagonista fuerte,  segura  de  sí misma, no tiene nada que ver con ciertas féminas melindrosas que nos venimos encontrando últimamente incluso en fantasía urbana.  Pero eso no quiere decir que sea una inconsciente (no del todo) y hasta que Ivy no se lanza a acompañarla en su desafío abandonando a  la agencia, no se atreve a dar  el  paso.

Como podéis imaginar, eso les trae graves problemas.  Se  mudan a una iglesia (por eso de tratarse de un terreno sagrado) y se plantean montar su propio negocio de "Resolución de Conflictos", vamos  de caza recompensas.  Pero la SI no se lo pondrá  nada fácil, por suerte cuentan con la inestimable ayuda de un inesperado socio un pixie (algo así como un hada) cuya percepción olfativa les salvará en más de una ocasión.

Lo que me ha encantado de esta novela es la gran cantidad de personajes que tiene y lo bien llevados que están. Todos tienen personalidad propia, son tremendamente  imperfectos y saben definirse en el entorno. Pero he tenido la sensación de que hasta ellos eran tan solo la introducción de sí mismos.  Precisamente eso es lo que más me ha molestado,  tener  la sensación de estar preparándome  para  algo que nunca llega. Cuando llegué  al final del libro me  quedé  con la misma  sensación de antes de haberlo empezado (claro que algo molesta) porque no sabía  cómo acababa la  cosa.  Y visto lo visto, resulta que es algo que va para largo.


Desde mi punto de vista,  la novela es muy extensa para lo que cuenta. Tuve la sensación de estar leyendo un primer  manuscrito al que le  sobran páginas porque las ideas que plantea no son tan complejas y  los lectores no somos idiotas, no hace falta que nos repitan las mismas cosas veinte mil veces  (¿hola?). Además, fui con la  equivocada idea de que,  aunque no había romance,  algo había. Pues  no. No hay nada.  Hay algo, sí.  Algo que el lector se tiene que imaginar y dar por hecho porque antes de que te des cuenta la autora ventila unos preliminares de relación con el  sencillo argumento:  "Ya habíamos tenido un par de citas..."




Mis respetos a todos los fans  de Kim Harrison  y seguidores de Bruja Mala  Nunca Muere o su saga,  pero... Madre del amor hermoso, que largas  se  me han hecho esas casi 400 páginas para acabar con la sensación de que no me habían contado nada. 
Si lo terminé  fue porque tenía curiosidad   de  saber si pillaban al  malo maloso, tan malo no será  el libro si al menos tenía esa curiosidad ¿no?,  pero aún así no os lo recomiendo. Si tenéis curiosidad por él, mejor leer antes otras reseñas. 
¡Qué decepción!

Capítulo 17 ¡Salpicados!



Capítulo 17

Al salir del bar, una vez  terminado su turno, tuvo que controlar las emociones en su interior para  que no le temblasen las piernas. Gabriel, que estaba apoyado sobre la fachada del edificio, la atravesó con la  mirada. Desde luego, gestualmente estaba anclado en la adolescencia y lo peor es que la  arrastraba a ella hacia ese mundo sacándole las sonrisas más típicas de pasillos de instituto.
—¿Qué tal? —dijo él  como si no le diera ninguna importancia al tiempo que llevaban sin hablarse—. ¿Te apetece dar una vuelta por ahí?
Ciara sonrió, sus recursos lingüísticos también parecían afectados por la misma época. Ese chico no tenía nada en común con ella,  su educación se había estancado en lo más  básico, en su casa no había visto más que libros infantiles, no tenía trabajo  ni grandes aspiraciones para el futuro, no tenía un ápice de ambición y una seria falta de madurez  y eso por no hablar del incómodo hecho de que tenía una hija… Y su hija una madre a la que no parecía dispuesto a olvidar.
—No creo que sea buena  idea. Estoy muy cansada y me da que se va a desatar una tormenta —respondió mirando hacia el cielo grisáceo. Él copió su gesto y ella aprovechó esos segundos de distracción para iniciar  la  marcha hacia su casa.  Cuánto antes le perdiese de vista, mucho mejor para ambos.
—¡Ciara! —le llamó intentando seguirle el  paso—. Necesito hablar contigo. No…  No creo que entendieras bien lo que te dije aquella noche.  Yo no te estaba dando a elegir ni nada parecido —se explicó  al tiempo que entraban en escena las primeras gotas—. No me gusta esta situación, yo…  Te echo de menos.
—Entendí perfectamente  lo que querías decir —le  corrigió ella acelerando el paso—. Pero tendrás que acostumbrarte. Acaban de prescindir de mis servicios como encargada  y no puedo permitirme seguir viviendo sola en la ciudad —dijo con el peso de su carta de despido en el bolso—. Vuelvo a casa de mis padres  y creo que es lo mejor. Mi tía dice que con su recomendación,  las  monjas del colegio me contratarían como profesora infantil… ¿Qué más se puede pedir?
Se colocó la capucha de su abrigo de hace dos temporadas y continuó avanzando,  como no se dieran prisa les pillaría la tormenta a mitad de camino.
—¿Vas a trabajar en un colegio de monjas? ¿A vivir  en el pueblucho de que te escapaste? —le dijo despótico—. ¿Pero se  te ha ido la cabeza?
—¿Y qué quieres que haga,  Gabriel? —Le gritó, pero no estaba tan enfadada con él  como decepcionada con su propia vida.  A esas  alturas ya no le veía demasiado remedio a las elecciones que había tomado—. Sabes que mi apartamento es una basura y ni siquiera tengo dinero para pagarlo. ¿Qué otra opción me queda? ¿Mudarme a otro piso de estudiantes mientras busco una mierda de trabajo? —le espetó—. No,  gracias.
—Vente con nosotros. —Ciara frenó en seco y se quedó mirándole incrédula—. Ya había pensado en alquilar la  tercera habitación,  pero nunca  me fiaría lo suficiente de nadie como para que conviviese con mi hija. Claro que contigo sería diferente… Si la  quieres, es  toda tuya.
—¿Por qué no? —dijo ella pensativa. Ver a Gabriel todos los días y tener acceso a su intimidad no era lo que estaba buscando cuando salió despedida del bar, pero después de lo de la otra noche no sonaba nada mal. Tal vez así podría demostrarle que era una persona de fiar incapaz de romperle  el corazón a Melisa—.  Después de todo, somos amigos, ¿no?
—Sí… —dijo. Pero no era lo que quería decir. No le gustaba que usase esa manera de definir su relación. Eran algo más que amigos, y ambos lo sabían. Por muy mal que hubiese terminado su anterior cita, no había razón para ignorar que en ese momento ella le había confesado sus sentimientos. De pronto, como si Laura hubiese aparecido en sus pensamientos, supo que tenía que tomar una decisión.  Justo ahí, bajo el cielo oscuro plagado de nubes rotas—. Claro,  somos amigos.
Y de inmediato se arrepintió.

Esa no era la decisión que tenía que haber tomado, ese no era  el camino que quería recorrer junto a Ciara, pero su cobardía siempre iba un paso por delante en el control de su voz. Llevaba muchos años evadiendo conflictos, no iba a dejar de hacerlo ahora.