¡Salpicados! Capítulo 19


Capítulo 19
 
Acomodarse al día a día fue más sencillo de lo que esperaban.
El mismo fin de semana de la mudanza, Melisa ya se había encargado de romper el hielo haciendo todas las preguntas que se le pasaron por la cabeza mientras ayudaba a Ciara a colocar su armario. Parte de su interrogatorio podría haber resultado incómodo a cualquier mujer, pero Ciara sabía cómo amoldarse a esta espabilada niña cediendo dónde otros adultos nunca lo habrían hecho a la par que controlaba la información. Gabriel ni se había atrevido a interrumpir en la habitación, prefería esperar a la sesión de cine que habían planeado dónde no tendría que hablar a Ciara, ni siquiera tendría que mirarla.
Pero esa incomodidad fue desapareciendo con los días. La primera semana Ciara estuvo tan ocupada recorriendo la ciudad en busca de empleo y solicitando un hueco en la cola del paro, que a penas coincidían en casa. Por las noches, cuando compartían la cena con Melisa, la niña siempre era la protagonista. Gabriel era consciente de que su relación se estaba enfriando con ese tipo de convivencia, pero no quería arriesgarse a perder la comodidad que por fin habían alcanzado.
Enseguida generaron sus propias rutinas, como cualquier familia: Ciara era la primera en levantarse, pues dedicaba las primeras horas de la mañana a rastrear ofertas de empleo u oposiciones por internet. La niña no solía aguantar en la cama hasta que sonase el despertador, solía despertarse como un reloj tras ocho horas de sueño y estaba deseando ir corriendo a desayunar con Ciara. Cuando Gabriel salía de su cuarto, listo para el primer paseo hacia el colegio, disfrutaba de tener el café recién hecho y de una Melisa que se había preparado sola con la supervisión de su compañera de piso. 
Lo mejor, eran las tardes. Algunas veces, tras hacer los deberes con la niña,  Ciara les acompañaba al parque y merendaban junto con Laura y su hijo; otras, si el tiempo no acompañaba jugaban con Melisa haciendo puzles, creando obras de teatro para su marionetas. Pero, para Gabriel, el momento más placentero del día llegaba después de la cena. Le encantaba volver al salón, tras arropar a su niña, y encontrarse a Ciara esperándole para tomar el postre viendo juntos alguna serie en la televisión que siempre interrumpían. En algunas ocasiones les daban las tantas de la madrugada charlando sobre todo y sobre nada, conociéndose un poco mejor, disfrutando de su mutua compañía. Tanto que Gabriel no le importaría seguir así el resto de su vida. Junto a Ciara se sentía tranquilo, se sentía feliz.
-¡He conseguido una prueba! ¡Una prueba de una semana! -dijo Ciara entrando en la cocina-. ¡Por fin! -Estaba tan contenta que no dudó en lanzarse a los brazos de Gabriel en un tremendo abrazo sin importarle que tuviese los dedos casi tan empanados como los filetes de la sartén.
-Enhorabuena. -Gabriel se dejó embriagar por el olor a limón de su cabello.
-El horario es un poco chungo -le dijo soltándose de su abrazo, las croquetas de Cándida recién calentadas, la estaban llamando a gritos-. Me necesitan para la ludoteca, no para la guardería, pero por algo hay que empezar.
-Claro, lo importante es entrar en la empresa. No deja de ser un trabajo algo relacionado con lo tuyo -añadió él-. Deja ya las croquetas. No tardaremos en comer, Laura está al caer con los niños.
-Vale, papi -bromeó ante de abandonar la cocina-. Voy a ponerme cómoda.
Por alguna extraña razón, esas palabras hicieron que Gabriel se estremeciera. No escuchó ninguna puerta cerrarse y pensar que si atravesaba al pasillo podría verla le ponía algo nervioso. Le habría gustado atreverse a hacerlo alguna vez.
-¿Cuándo empiezas en prueba? -le preguntó en voz bien alta.
-Mañana. Un sábado por la tarde, en el que probablemente llueva: El momento ideal para estrenarse en una ludoteca -respondió de la que regresaba a la cocina aún bajándose la camiseta. Gabriel apartó la mirada preguntándose hasta qué punto Ciara conocía los efectos que le provocaba la visión de su ombligo-.Incluso creo que hay un cumpleaños de doce niños.
En cuanto comenzó a poner la mesa en el salón, llamaron al timbre. Melisa se lanzó a los brazos de Ciara al descubrirla tras la puerta y tardó menos de dos segundos en comenzar a contarle, tremendamente emocionada, que su profesora le había dado permiso para llevarla al colegio el día de las madres. 
-Pues a ver de qué les hablo yo a los niños -masculló Laura entre dientes-. Soy el perfecto ejemplo de lo que nadie debería hacer.
-De eso nada -la corrigió Ciara mientras dejaba a Melisa en el suelo. Acto seguido los niños empezaron a perserguirse por el salón tirando sus mochilas a un rincón-. Eres una madre que lucha cada día por su hijo. Si eso te parece poco...
Gabriel pasó entre ellas cargado con las dos bandejas repletas de filetes rusos y patatas fritas. Ellas le siguieron y obedecieron cuando las llamó a la mesa, los niños tardaron un poco más en seguir el ejemplo.
-¿Os podéis creer que River me ha llamado pidiéndome dinero? -dijo robando una patata-. Podría contarles eso en el cole: Cómo me lié con un tío que estaba casado y que ahora me reclama pasta como compensación de tantos cunnilingus.
-¿Qué es un corilingus? -preguntó Jairo al ocupar su asiento junto a Melisa.
-¡Qué bobo! -exclamó la niña-. Es una de esas inyecciones para la alergia que se ponen en el culo.
La comida le pasó como una bola por la garganta mientras intentaba controlar la risa. Ciara tuvo que mirar hacia otro lado para que los niños no la viesen reír.
-No hija, eso que le pusieron a la abuela cuando comió cacahuetes era urbason -le explicó Gabriel intentando hacerlo con naturalidad-. Lo otro son tonterías de Laura.

1 comentario:

  1. Me ha encantado el capi! Lo leí el mismo día que lo colgaste desde el móvil! Si, lo reconozco, hasta ese punto estoy de engachada a Salpicados!! Por eso no he podido firmar hasta hoy! ;-)

    Te leo siempreeee, a seguir así!! Preciosaaaaaaaaaaaaaa!!

    Mil besitos!

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