Tú escribes: Anna Roldós


Amazon 0,89€


Aurora no pasa por un buen momento. A las puertas de los diecisiete y a punto de cumplirse un año de la muerte de su novio, la chica trata de recuperar las riendas de su vida. Pero el encuentro con el Portador de almas, un joven misterioso y con una mirada inquietante truncará ese camino. Y es que él ha venido a la Tierra para llevársela a un mundo paralelo llamado Udegelia, en el que un poderoso brujo de oscuras intenciones pretende robarle el alma a Aurora y utilizarla en un conjuro de magia negra.

Una chica atrapada en un lugar desconocido. 
Un chico que esconde un secreto. 
Un mundo mágico que lleva siglos olvidado que espera a la Última alma.



Esta es una de esas razones por las que creé esta sección en mi blog. Claro que pretendía hablaros sobre autores a los que conocía, apreciaba y admiraba, pero también buscaba descubrir nuevos escritores y gente con intereses afines a los que todo lector de este blog presenta. Quería aumentar mi agenda de autores noveles, descubrir nuevas historias, y presentároslas como merecían. Y con Anna, más conocida como Irilaia en la blogosfera, con la que nunca había tenido contacto previo, ese objetivo está conseguido.

Anna Roldós (84), titulada en Ciencias Químicas, abandonó el control de calidad para vivir rodeada de letras. Actualmente trabaja en la librería de su familia y se dedica a crear historias escribiendo (como lleva haciendo desde que tiene uso de razón) y compartiéndolas a través de Amazon o la plataforma para escritores Wattpad. También disfruta dibujando, y es una tremenda fan del mundo Manga y Anime, los videojuegos y, cómo no, de la lectura. Es una de esas almas inquietas,  con las que me identifico, para las que el día no tiene suficientes horas.


En la sinopsis de La Última Alma, podemos leer que Aurora se encuentra con un “Portador de almas”. Para los que aún no hemos leído la novela, ¿podrías explicarnos un poco más este concepto? ¿Cómo te surgió esta idea? 

El Portador de almas es un siervo del Doctor (el antagonista de la historia, un brujo que domina el mundo de Udegélia, lugar en el que Aurora se ve atrapada por error) y que se encarga de llevar ante la presencia de su señor a las personas portadoras de un alma pura, para que el brujo las use en sus conjuros de magia negra. Si te soy sincera, no recuerdo de dónde saqué la idea, porque hace muchos años ya, aunque probablemente haya cierta influencia de la novela Memórias de Idhún de Laura Gallego en la historia, porque la escribí en plena etapa de fanatismo idhunita.

Desde su blog, Irilaya Against The World, comparte sus letras, opiniones sobre lecturas e incluso recetas. Entre sus entradas más interesantes quisiera destacar sus reflexiones en las que muchos escritores nos sentiremos identificados. Además son muy interesantes sus análisis sobre los hábitos lectores que, desde el punto de vista de una librera como ella, ofrece información muy útil a todos los que pueda estar interesados en ganarse la vida con el oficio de las letras.

La Última Alma está a la venta en Amazon. ¿Por qué decidiste embarcarte en la autopublicación? ¿Te planteaste enviarlo a alguna editorial antes de dar el paso? 

Wattpad
De hecho, llevo publicando mis relatos en foros desde que empecé a escribir “en serio”, hace como unos diez años. Sí es cierto que he mandado alguno de mis escritos a editoriales con anterioridad y también he participado en concursos literarios en alguna ocasión (...) pero no hubo suerte y ese fue el motivo por el que me planteé la autopublicación (en Amazon, porque no requería un gran aporte económico por mi parte). (...) 

La autopublicación está bien porque te da mucha libertad y no dependes de un tercero para la toma de decisiones, pero por otro lado tienes que hacer personalmente todo el trabajo si no quieres pagar por ello (corrección, edición, maquetación, etc) y uno no siempre está preparado. Además, el tema de la autopromoción es una tarea titánica cuando eres una persona sola y no tienes una gran red social a tu alrededor, porque ni siquiera sabes por dónde empezar. (...)

Por otro lado, abrirte paso en el mundo editorial ahora mismo es muy complicado. En el contexto de crisis actual lo que buscan muchas editoriales son valores seguros. Y para un autor novel, que no vaya a vender un producto muy concreto que esté de moda, las oportunidades son escasas. Además, el que te coja una editorial no es garantía de éxito, porque se dan cada vez más casos de autores huérfanos que se ven desatendidos por sus editoriales cuando sus obras no generan las ventas esperadas o cuando otro libro viene y los desbanca.

Wattpad 


Aún no he leído La Última Alma, pero gracias a su blog y a sus dos novelas publicadas en Wattpad he podido probar sus letras. Actualmente me encuentro perdida entre las páginas de Las Lunas de L´armor, una obra de género distópico y fantástico en la que magia y ciencia conviven bajo un régimen dictatorial con el que no todos están de acuerdo. Caminando junto a Joy, descubriremos poco a poco este complejo mundo en el que Anna no deja nada al azar. Su pluma escritora es sencilla, directa y poseeé esa gracia narrativa que te engancha y te hace desear un poco más. Si que he encontrado alguna errata o alguna expresión que desde mi gusto particular podría decirse con otras palabras, pero no podría aconsejarle a esta autora nada que ella ya no sepa. Ya conocéis mi mantra: El secreto para escribir bien, es seguir escribiendo, aporreando las letras cada día. Y me parece que Anna, con tres novelas en su recorrido, esta lección la tiene más que aprendida.



¿Cuáles son tus aspiraciones para el futuro? ¿Algún sueño que quieras compartir con tus compañeros de letras? 

Antes mi sueño era el de convertirme en escritora profesional y vivir de mis libros. Tenía la fijación de que si no publicaba nadie iba a reconocer mi trabajo y entonces sería como si todo lo que hubiese escrito hubiese sido una gran pérdida de tiempo. Con el tiempo me he ido dando cuenta de te publiquen está bien (y me encantaría que me ocurriera), pero no es garantía ni de éxito ni de calidad. He leído novelas horribles publicadas por editoriales (y en sentidos que van más allá de gustos personales) y novelas maravillosas en Internet, mucho mejores que libros publicados, que me han pasado directamente escritores amateurs. Así que mis aspiraciones actuales para el futuro son, sencillamente, seguir escribiendo y que la vida me ofrezca inspiración y tiempo para poder hacerlo. Y si alguien quiere leerme y disfruta con ello, yo seré inmensamente feliz con ello.  
Y algo que me gustaría mucho para el mundo de las letras sería que no hubiera tantos prejuicios contra los que no han publicado en editoriales y suben sus obras a Internet o los que se han autopublicado. Que existiera una red más sólida de apoyo a esos escritores y a los escritores en general, y que ese apoyo fuera más allá de simples intereses. Aunque, de hecho, me doy cuenta que cada vez son más los que ayudan a los autores novatos a abrirse hueco, ya sea a título personal o formando parte de la gran cantidad de plataformas alternativas que proliferan por Internet. Y eso es muy bonito.

Coincido con Anna, y seguro que la mayoría de los lectores también lo hacéis, en este último aspecto. Sería estupendo que en el mundo de las  letras no hubiese tantos prejuicios en cuanto a la autopublicación,  pero creo que,  poco a poco, contando con el buen hacer  de los escritores autopublicados (o el  mal hacer de  algunas editoriales,  todo hay que decirlo),  se está consiguiendo superar esa  especie de estigma.

Desde aquí le deseo toda la suerte del mundo a Anna, a Irilaia, para que sus escritos sean degustados y disfrutados por  los lectores. Y a vosotros, queridos escondidos, no puedo dejar de recomendaros que visitéis su blog para disfrutar con su variopinto contenido y enteraros de todas las noticias sobre su carrera como escritora.

CLIC

¡Salpicados! Capítulo 16


Capítulo 16

El fin de semana pasó sin que hubiese contacto entre ellos. Es curioso como en una época en la que las necesidades pueden ser comunicadas instantáneamente a veces te sientes incapaz verbalizarlas.  Gabriel tenía miedo de la próxima reacción de Ciara, sabía que después de su charla no había vuelta atrás. Sin pretenderlo le había soltado una especie de ultimátum a la chica que el destino parecía haberle regalado. Después de meditarlo entendía cómo podía verse desde el otro lado: O estás conmigo y con Melisa para siempre, o dejamos esto como esta. Y le asustaba la idea de que Ciara, después de haber tenido tiempo para pensarlo, decidiese dejar las cosas dónde estaban, en una bonita amistad.
Estuvo ausente durante los diez minutos a pie que recorrían cada día hasta la escuela. Por suerte, Melisa estaba tan entretenida con Borja que no tuvo que fingir ante ella y su gran intuición femenina. Ojalá hubiese sido igual de fácil escapar de la de Laura.
―¿Y tú vas a darte por vencido, verdad? ―le preguntó ella tras escuchar su versión de los hechos―. Eres un cojonazos.
―Creo que Ciara necesita tiempo para pensar.
―Ya. Hasta yo podría inventarme una excusa mejor ―le espetó―. Estás cagao.
―No sabes de qué hablas ―respondió mirando al frente. Pretendía darle a Laura la imagen de seguridad que siempre había deseado tener, pero no lo conseguía.
―¿Sabes qué es lo que más me gusta de los latinos? ―dijo haciendo referencia a sus dos últimas relaciones―. Que no le dan tantas vueltas al coco y pasan a la acción. Para eso ya estamos las tías. Vale, puede verse como algo machista, pero por muy segura que sea una mujer a veces necesita que su macho sea un macho de verdad. ¿Me entiendes?
―¿Y qué hago? ―le dijo en las cercanías al colegio―. ¿Me presentó en la cervecería y me la tiro en el almacén?
―Mmmm, a mí eso me suena bien. Pero no creo que a Miss Universitaria… ―respondió consiguiendo una mirada de incredulidad por parte de Gabriel―. Ay, pavo. ¡Yo qué sé! Búscate la vida como lo hacemos todos, pero lánzate a por esa tía de una vez por todas porque no vas a volver a encontrar a alguien que te soporte y tolere a una cría que no es suya.
―Tienes razón…
―Claro que tengo razón ―añadió encendiendo un cigarrillo a la puerta del colegio―. No habré estudiado, pero tengo matrícula en la universidad de la vida.
Gabriel se echó a reír. Le quitó el cigarro de la boca y lo aplastó contra el suelo dejándola un tanto indiferente, no era la primera vez que pasaba.
―Me gustaría hablar hoy con ella, pero es lunes y tiene el último turno ―le explicó. Sacó el móvil del bolsillo para mirar el calendario―. Joder, y hoy mi madre tiene tarde de bingo.
―Yo me quedo con Melisa ―Laura fingió hacer un gran esfuerzo que a Gabriel le sacó una enorme sonrisa―. Pero sabes que tengo que ir a tu casa porque yo vivo en la de mis padres… Si no te importa que Borja y yo durmamos en tu cama, no tengo problema. ¡Ah! Y quiero acceso a la nevera ilimitado.

―Hecho.

La extraña percepción del tiempo

La semana pasada no fue nada fácil para mí. Además de la muerte de Tom, el gato que llevaba con mi novio 14 fantásticos años, mi familia perdió a una persona muy cercana. Una persona a la que yo conocía desde que tengo uso de razón y que era de las mayores fans que podía tener como escritora. Devoraba todo cuánto yo escribía y el simple hecho de que no pueda leer Orquídea Blanca II (por el que siempre me preguntaba y me presionaba amablemente) me tortura desde el día en el que se fue. Pero reconozco que asistir a su funeral, a ese punto y final, me ha hecho más fácil asimilar la despedida. En mi vida había asistido a un funeral más emotivo, con tanta gente (tantos amigos, tantas personas que van a echarla de menos) que optaron por poner un altavoz fuera de la iglesia para todos los que tuvimos que quedarnos fuera. 

Esa es la razón de que la semana pasada tan solo se publicasen las entradas programadas y que a penas sepáis de mí por las redes sociales. No me apetecía pasar por ahí. Reconozco su utilidad, pero sigo sintiendo un odio visceral hacia esa forma de comunicación porque considero que se pierde más de lo que se gana. Sigo valorando cerrar mi facebook, cada mensaje enviado muere apenas segundos después por sepultación, ¿realmente merece la pena gastar esos segundos?

El tiempo no es oro, es más que eso. El tiempo es tiempo. Irremplazable. Cada segundo que aplico a aporrear las teclas no lo dedico a besuquearme con mi novio o achuchar a mis primos pequeños y, la verdad, lo segundo me satisface mucho más. Pero, obviamente no voy a dedicar cada segundo de mi existencia a lo segundo, y como aporrear las teclas me sigue gustando aquí estoy. Eso sí, prefiero aporrear las teclas escribiendo en este blog (comunicándome con vosotros sin miedo a ser sepultada) y trabajando en Orquídea Blanca II, que perdida entre las redes sociales dónde casi nunca encuentro lo que busco y la cantidad de anuncios y sus megustan me sobrecargan.

La semana pasada sufrí una especie de shock temporal. Los días se me hicieron largos, pero las horas se me pasaban volando. Encontré segundos eternos y minutos que duraban un suspiro. No sabría decir cuánto tiempo duró la semana pasada, pero podría medirlo en sentimientos. Medir el tiempo de una forma no objetiva siempre me ha resultado mucho más compresible. Llorar desgasta, pero es catárquico. En cierto sentido te llena de energía. Tras pasarlo mal, tras la despedida, te alegras de poder recordar los buenos momentos y regodearte en ellos. Das gracias por poder seguir aquí, creando nuevos recuerdos, y te prometes aprovecharlos de verdad, comunicándote de verdad y no soltando emociones en facebook que aparezcan bajo el megusta a la página del detergente Ariel de un allegado.

Esta semana las cosas están cambiando. Desde principios de año estoy siendo mucho más decidida, me estoy imponiendo superarme a mí misma, sí o sí. Ya era hora de liderar mi propia vida. Pero esta semana de pérdidas irremplazables ha convertido la actual en actividad constante alejada de las teclas.

Volveré cada martes, cada jueves y cada sábado. Aquí estaré para todos aquellos que quieran saber de mí algo más de lo que pueda comunicar por facebook. Y yo os seguiré buscando más allá de las redes, como siempre he hecho. 

Desde aquí un millón de gracias a Rebeka y a Ana por sus correos y sus abrazos en la distancia. Me han llegado, chicas. Que lo sepáis...

¡Salpicados! Capítulo 15



Capítulo 14

Capítulo 15

La cena les había sentado de fábula y el paseo junto al río del parque aún era mejor. Se sentía muy bien junto a Ciara, con ella era cómo empezar de nuevo, como si la vida por fin le estuviese dando esa oportunidad para enmendar los errores del pasado y seguir hacia delante sin miedo. Sin necesidad de plantearse esos “¿Y si…?” que ella tanto odiaba.
—Te pasa algo —dijo ella cogiéndose de la mano—. Y no es por la cena, porque ha estado de cine, y mucho menos es culpa mía.
Gabriel se echó a reír ligeramente, disfrutando de la calidez que Ciara transmitía en esa noche de luna llena.
—¿Qué te preocupa?
Aún no le había contado nada. Ahora que habían conseguido encontrar un momento a solas, después de tres citas compartidas con Melisa, no le parecía correcto contarle que Verónica ya había dado señales de vida. Mucho menos explicarle por qué esto le hacía sentir tan temeroso de sí mismo, no estaba seguro de poder negarle a la madre de su hija la entrada a su propia casa y eso estaba completamente fuera de lugar en una cita con la mujer que le había devuelto la ilusión.
—Es solo que… —No podía decirle eso, pero sí que podía sincerarse con ella en otro sentido—. ¿Hacia dónde va esto, Ciara?
—¿Qué quieres decir?
—Ya lo sabes… —insistió señalando sus manos entrelazadas—. Esto.
—Pues hacia dónde tú quieras, Gabriel. —Ciara le soltó como si su tacto le hubiese quemado de pronto—. Sé que te gusto porque de lo contrario no estarías ahora conmigo, no me hablarías como lo haces… Pero no quiero obligarte a hacer algo para lo que no estás preparado.
Siempre había dejado claro que era una chica llena de seguridad y capaz de dar el primer paso, pero por primera vez veía un atisbo de miedo en su mirada. El miedo a ser rechazada por alguien que realmente le gustaba. El problema es que él no tenía muy claro qué clase de chico era. No sabía si era capaz de lanzarse porque en su corta vida amorosa todo le había venido dado… Verónica y él se había conocido casi en la infancia y la evolución de su amistad fue algo tan natural como la revolución de sus hormonas. Ahora todo era mucho más complicado.
—Tengo una hija, Ciara. Tengo un pasado muy presente. —Y tanto, pensó para sus adentros—. Mel lo es todo para mí.
—Soy muy consciente de eso, Gabriel —respondió ella casi enfadada.
—No quiero alguien que entre en mi vida para largarse a la primera complicación. No quiero que Melisa me vuelva a preguntar o a sufrir por nadie.
—¿Eso crees que va a pasar conmigo? —dijo ofendida—. ¿Qué si entro en vuestra vida desapareceré a la primera de cambio? —Se alejó unos pasos de él—. Pues te equivocas. Completamente. Pero ya me has dejado claro la clase de persona que ves en mí.
—¿Qué? —dijo él asustándose con su lejanía—. No, no. Eso no era lo que quería decir.
Intentó acercarse, pero ella dio un paso atrás manteniendo las distancias. Ciara también tenía un pasado, un pasado que le había hecho aprender a no fiarse de los hombres que parecen dignos de confianza, un pasado en el que había hecho pasar un desengaño que no quería volver a sufrir.
—Ciara…

—Mira, Gabriel, entiendo porqué piensas de esa forma, pero no todas las mujeres están hechas del mismo material que Verónica. —Ciara se alejó unos pasos más mientras se colocaba la bufanda alrededor del cuello—. Tú y yo somos buenos amigos y lo mejor será que sigamos siéndolo… —Echó a andar en dirección contraria, pero se dio la vuelta segundos más tarde para añadir—: Dale un beso a Melisa de mi parte.

¡Salpicados! Capítulo 14



Capítulo 14

Seguro que no estaba tan avergonzado cómo decía, tampoco es que tuviese motivos para disculparse, hasta la fecha Ciara no había conocido ningún padre al que sus hijos no hubiese dejado en evidencia alguna que otra vez, pero eso no significaba que fuese a rechazar la caja de bombones que llevaban su nombre.
Firmó el recibo de la mensajera y se le escapó una sonrisa al leer la tarjeta con la que Gabriel había decidido disculparse y pedirle una nueva cita, esta vez garantizando que estarían a solas.
—¿Quién le mandaba flores, dime quién era? —le canturreó su jefe tras la barra—. ¿Quién le enviaba bombones…., Mmm, por mensajera?
Manolo era lo que la generación de Ciara solía calificar como carcamal. Siempre estaba canturreando canciones de los sesenta y setenta que curiosamente encajaba con el momento vivido; aún le daban escalofríos al recordar sus tarareos de “Quince años tiene mi amor” cuando empezó en ese trabajo. Pero aunque fuese uno de esos hombres que creen llevar siempre la razón, testarudo y algo baboso, sabía que en el fondo no tenía maldad alguna. Por eso, y porque era su jefe y amigo de su tío, le toleraba bastante bien.
—¿Un nuevo novio?
Ciara no contestó. Se limitó a sonreír ofreciéndole un bombón antes de llevárselos a su taquilla.

—¿Crees que le gustarán? —Gabriel se acomodó en el banco del parque junto a Laura. Llevaba unos quince minutos jugando a la pilla con Melisa y sus amigos y eso era capaz de agotar a cualquiera.
—No conozco a ninguna tía a la que no le guste el chocolate —respondió Laura mientras dejaba escapar el humo de sus pulmones—. A todas se nos caen las bragas con esos detalles.
—Eso espero. No literalmente —se apresuró en añadir—. Bueno, no estaría mal más adelante… No sé si llegaríamos hasta ese punto… No sé que planes tiene ella conmigo, la verdad.
—¡¿Qué miras, vieja?! —le gritó a una señora que la juzgaba con la mirada. Casi de inmediato, agachó la cabeza.
—No deberías fumar tan cerca de los columpios —le recordó su amigo—. Es ilegal.
—Me la sopla. —Apagó la colilla contra el reposabrazos—. El hijo de puta de River me ha dejado.
—¿Qué? —preguntó sorprendido. La última vez que habían hablado todo eran elogios hacia su “chulo”—. ¿Cuándo?
—Vuelve a Jamaica. Su mujer, la madre de sus tres hijos, le ha pedido que vuelva porque hay trabajo en la construcción. Y como aquí está tocándose los huevos y viviendo de ayudas… —le explicó—. Puta crisis.
—Ya… —dijo por no decir lo que realmente estaba pensando. Laura no era mala chica, puede que no tuviese estudios y fuese una mal  hablada, pero era capaz de cualquier cosa por su hijo y eso las malas personas no lo hacían. Se merecía algo mejor, alguien que la respetase, pero eso no pasaría hasta que no empezase a respetarse a sí misma y dejar de entregárselo todo al primer capullo de polla inquieta que se le cruzase.
—Se lo que estás pensando —le dijo—. Que soy una gilipollas por liarme con tíos tanto o más fracasados que yo. ¿Verdad?
—No exactamente.
—Pues tú estás pa hablar —le acusó—. ¿Sabes quién me llamó anoche? La mujer por la que la polla te chorrea sola. Esa zorra capaz de dejar a su hija cada vez que un nuevo maromo la colma de promesas.
A Gabriel casi le da un vuelco el corazón al escuchar noticias sobre Verónica. Hacía tiempo que Melisa era lo único que les unía, pero seguía pensando en ella.
—Está en Madrid, pensándose si volver porque se siente culpable por haberos abandonado. Me preguntó por Melisa y por si tú ya te has echado novia o sigues pensando en ella.
—¿Qué le dijiste?
—¿Qué le tenía que haber dicho? ¿Qué te ves con una señorita educada y que le envías bombones? —preguntó sarcástica—. Pero si ni siquiera la has besado...
Gabriel se encogió sobre el banco sintiéndose cada vez más pequeño.

—La muy puta no va a tardar en volver, ya ha descubierto que con su nuevo chulo no es oro todo lo que reluce y volverá, como hace siempre —añadió—. Así que haznos un favor a todos y líate de una vez por todas con Miss universitaria antes de que llegue Verónica y vuelva a embelesarte con el tufillo de su chirri.

Tú escribes: José Virgilio


Divorciado, fracasado y enfermo, un hombre de mediana edad busca escapar 
de sus fantasmas refugiándose en el alcohol y la soledad, aislándose casi completamente en el rincón más apartado del sistema, embarcado en un proyecto de exploración espacial. En medio del silencio infinito que le rodea en su anquilosante rutina en este pequeño trozo de agregados minerales, encuentra "algo" que jamás pensó encontrar, algo que, de alguna forma, le brindará una "ilusión".




Con esta sinopsis comienza Nova-Gen Alpha, la primera novela de José Virgilio, más conocido por la blogosfera y las redes sociales como Neckriagén. Este autor mexicano, de 33 años de edad, es uno de esos amantes de la ciencia-ficción que han sido atraídos por el desconocimiento. Todas las preguntas que aún están por resolver (desde la más ínfima de las moléculas al infinito universo) son las verdaderas musas de su trabajo.

Te gusta escribir sobre ciencia-ficción, pero para hacerlo bien  hay que estar muy al día de todos los avances científicos y posibles investigaciones futuras.  Como escritor, ¿cómo llevas a cabo este proceso? ¿Cuáles son tus fuentes de información más fiables? 
Internet es una herramienta maravillosa, aunque complicada por dos aspectos; el abuso de la libertad por parte de demasiadas personas, tengo el vicio de cazar “hoax”o bulos, podría decir que el Hombre de Piltdown se ha democratizado para mal. Por el otro lado está la saturación; mientras la mayoría se contenta con hacer un copy-paste de Wikipedia, a quien en verdad disfruta de sumergirse en el conocimiento, la red le ofrece posibilidades infinitas de información, incluso en otros idiomas, pero hay cosas para las que la vida simplemente no alcanza, hay que ser selectivo. Por formación y trabajo, tengo contacto con ingenieros y personas que gustan de leer y compartir en redes sociales avances científicos, y en última instancia, los libros son siempre una opción válida, es lamentable que el ritmo de vida actual nos prive en demasiadas ocasiones del placer de perdernos en una librería.

La primera lectura que le marcó fue Colmillo Blanco, y la recuerda con el mismo cariño que cualquiera de nosotros recuerda esa primera lectura que le sorprendió y activó esa ansiedad por seguir leyendo. Pero para él fue mucho más, pues considera que el autor, Jack London, fue un visionario practicando en sus letras, como él mismo dice, la humanización de lo salvaje. En las letras de José Virgilio se puede notar esa marcada influencia. No hablo del estilo de la pluma, si no en su forma de intentar conectar el consciente del lector (el SuperEgo, la forma más racional del ser) con el subconsciente (ese Ello freudiano tan siniestro) que esconde los oscuros deseos del ser humano. En las letras de este autor veremos personajes que constantemente intentan controlarse, superarse a sí mismos  y a su vez no dejarse superar por las circunstancias de lo extraño que les rodea. 

¿Cuál es tú método de escritura? 
Fuente

¿Se necesita un método? Pues escribo, cuando tengo tiempo e  inspiración, que no es siempre. Puedo escribir unas veinte páginas de un golpe, y me puedo pasar semanas sin escribir. Tengo actualmente tres proyectos de novela, y cuando uno se estanca, lo guardo y me voy con el siguiente, el último estuvo guardado año y medio, pero luego de madurarlo comenzó a caminar tal como quería. Cuando veo que llevo demasiado tiempo sin escribir y no me llega la inspiración, encontré en los microrrelatos un excelente ejercicio, y cuando todo falla, releo lo que tengo, corrijo, y cuando me doy cuenta, ya estoy añadiendo escenas nuevas. En resumen, no tengo un método como tal, soy terriblemente inconstante (y está apuntando en mi lista de propósitos de año nuevo [del 2009]).

Personalmente, al menos no en estos momentos de mi vida, no me considero la lectora apropiada de José Virgilio. El tema de su novela y el tono de sus escritos no van con una lectora acostumbrada al romance, la fantasía juvenil o la ironía del señor P. (lecturas que me apasionan). Pero eso no quiere decir que no sepa reconocer un buen material en otro tipo de géneros. Estoy convencida de que a los amantes de la ciencia-ficción os va a entretener Nova-Gen Alpha, y no olvidemos que al estar publicándola en su blog podréis comentarla y plantearle dudas sobre la trama al mismo autor. Desde mi punto de vista es algo que infravaloramos siendo una herramienta de un poder incalculable.

¿Te planteas la autopublicación? 

Otra vez por formación,  siempre tengo en mente el peor escenario posible; autopublicarme y que sólo me lean unos diez amigos (aunque a cinco de ellos les haya tenido que regalar el libro). Para mí es una opción válida, pero es una segunda opción, primero insistiría algunos meses con editoriales conocidas, y si no se logra algo, cosa que es bastante posible, iría por la autopublicación. Soy consciente de mis alcances, y la autopublicación es un buen camino para quien sabe moverse, adaptarse y venderse, y para mí eso es algo complicado. No es un camino que me asuste y que por lo tanto evite a toda costa, pero como mencioné, primero intentaría ir "a la segura" con una editorial.

Como estamos viendo en estas entradas, cada autor tiene sus trucos, su forma de trabajar y su punto de vista a la hora de encontrarle salida a su novela. Desde aquí le deseamos a nuestro compañero de letras José Virgilio toda la suerte en su búsqueda de editorial para cuando decida dar el paso y, mientras tanto, a todos los interesados en conocer su novela, sus relatos, sus aportaciones y en definitiva, su trabajo, no dejéis de visitar su blog.


¡Salpicados! Capítulo 13



Capítulo 13

Era uno de esos silencios incómodos. Uno de esos momentos que suelen crearse cuando las personas implicadas necesitan más tiempo del habitual para analizar ese entorno que le envuelve y elaborar una respuesta inteligente que le ayude a seguir sobreviviendo. En ese preciso instante, mientras Melisa analizaba su plato con caras raras usando el tenedor para descubrir espinas ocultas, el único sonido presente era el que provocaban las burbujas de un refresco recién servido.
—¿Quieres más? —Gabriel se ofreció a rellenar el vaso de Ciara, pero esta negó con la cabeza y una sonrisa.
Todo era demasiado extraño.
Si un mes atrás hubiesen apostado a que el primer domingo de diciembre compartiría mesa con una chica prácticamente desconocida, a la que ni siquiera había besado una sola vez, y que su madre les miraría a ambos cómo si ya se oyesen campanas de boda, habría perdido lo poco que le quedaba.
—¿Te enseño un truco, Melisa? —le dijo Ciara a la niña.
Se acercó a ella y le mostró como deshacerse de uno, o como mucho de dos, como bien le explicó, de la tira de espinas de los gallos que su abuela les había preparado. Cándida no se esperaba esa visita, habría preparado una buena paella de marisco de haberlo sabido, pero tras la tarde de cine Melisa insistía muchísimo en ello. No sabía si era porque la niña añoraba a su madre y quería suplir su rol con ella, o si tal vez era porque se había mostrado dispuesta a pintarle las uñas; pero mientras le ayudaba con las pocas espinas que quedaron atascadas, Ciara se sintió de lo más afortunada.
—¡Qué bien se te dan los niños, Ciara! —dijo Cándida.
—Ciara es maestra, mamá.
—Es igual. El caso es que yo sabía que ibas a encajar muy bien en esta familia.
—¡Wala! ¿Eres profe? —preguntó la niña ignorando el comentario que a su padre le había provocado una tos profunda—. ¿Puedes venirte a mi cole? Porfi… Mi profe es gilipollas.
—¡Niña! —exclamó Cándida.
—¡Melisa! —la regañó su padre al tiempo—. Te has quedado sin postre.
—Pero, ¿por qué? No he dicho ninguna mentira —se excusó—. Laura y tú siempre decís que nuestra profe es gilipollas.
Ciara frunció los labios intentando contener la risa.
—Pero los niños no pueden decir esas palabrotas —continuó él—. Ya hemos hablado de esto.
Melisa se cruzó de brazos y acribilló su plato con la mirada. A Ciara le dio la sensación de que si seguía mirándolo así acabaría por explotar ante sus narices.
—¿Sabes qué? —le dijo a la niña dándole un pequeño codazo—. Yo también tuve una profe de esas. Tenía el pelo largo y brillante, igual que el de la chica de la peli del otro día, pero era muy retorcida. Sobre todo conmigo.
—¿En serio? —Melisa se acomodó frente a ella.
—Te lo juro —respondió Ciara dándole la intensidad necesaria para que el mensaje calase hondo—. Siempre que en clase había un mínimo ruido, las culpas me caían a mí. Eso por no hablar de la cantidad de trabajo que me mandaba… Si acababa una ficha antes que los demás, me daba otra y otra hasta que se terminaba la clase.
—Lo mismito me pasa a mí.
Esta vez fue Gabriel quién tuvo que ocultar una sonrisa al escuchar la expresión de su hija. Le gustaba cómo se dirigía a Melisa, entendía perfectamente que era una persona mayor y que le debía un respeto, pero confiaba en ella hasta el punto de hablarle como si lo estuviese haciendo con una amiga.
—Creía que me tenía manía y yo la odiaba un montón… No entendía por qué la querían los padres, incluso la hicieron directora —dijo consiguiendo que la niña hiciese un gesto de asco—. Pero, como yo ya había pasado de curso me daba igual. En tercero casi tiro cohetes de alegría por no volver a verla —prosiguió Ciara—. Pero, cuando me hice mayor y terminé el colegio, ¿sabes que me dijo antes de darme el diploma?
—No —respondió Melisa negando con la cabeza.
—Que estaba muy orgullosa de mí y que sabía que algún día yo iba a llegar muy lejos —concluyó—. En realidad, todo lo que me había exigido era para que yo mejorase en las tareas y fuese una buena estudiante. Y ya sabes que la única forma de llegar lejos, es estudiando y esforzándose mucho.
—Sí —dijo cansada de oír la misma canción—, eso ya lo sé. Papá y la abuela me lo dicen siempre.
—Pues tienen toda la razón —añadió Ciara—. Si tu profe te exige mucho, no creo que sea una gilipollas. Seguramente está viendo en ti a una niña que tiene la capacidad de estudiar muy bien y de llegar lejos.
Mientras Melisa recuperaba la compostura pensativa, Gabriel le dedicó una mirada de agradecimiento a su amiga y Cándida les observó con dulzura.
—Siento haber dicho eso, papá. —Melisa optó por el tono de voz comedido con el que solía conseguirlo todo de Gabriel—. No tenía que haber dicho una palabrota y, además, no creo que mi profe lo sea por mucho que Laura y tú lo digáis.
Gabriel se pasó una mano por la frente, algo avergonzado.
—Yo tampoco lo creo, Mel. Es solo que, a veces los mayores decimos cosas que no pensamos porque perdemos los nervios —dijo—. Laura y yo también nos equivocamos.
—Seguro que es porque tú no tuviste una profe que te exigiese más que a los demás.
A Cándida se le escapó una sonora carcajada.
—Lo intentaron, hija. Pero tu padre es el mayor testarudo que hay y solo pensaba en salir y fumar…
—¿Fumar? —dijo la niña—. Buaj. Odio cuando mamá lo hace.
Esa simple mención a Verónica creo otro silencio que ocupó al completo la sala, esta vez fue mucho más incómodo.
—La comida ha estado estupenda, Cándida —dijo Ciara una octava más alto del tono habitual—. Pero creo haber oído algo de un arroz con leche de postre…

—¡Sí! —gritó Melisa—. Papá ya lo he sentido mucho, ¿puedo tomar el postre ahora?

Reflexión o acción

La salida y la entrada de año se me han hecho un tanto extrañas. Me siento igualita que en 2013 y eso no es normal en mí. Lo habitual es que me entren cosquilleos en el estómago tras comer las uvas, una sensación extraña que acompaña al pensamiento: ¡Genial, 365 oportunidades nuevas!

Y a pesar de que nunca me lo he tomado tan enserio como ahora (no os lo he contado pero estoy a unos pasos de convertirme en eso que ahora se llama emprendedora) parece que algo me falta. Intento averiguar qué me pasa y nada, que no lo encuentro. Pero llevo un año entero analizándome a mí misma antes de actuar y ya estoy cansada. Es hora de pasar al mundo de las acciones y dejar de lado tanto plantearse cómo me siento en cada momento del día. No sé cómo he acabado haciendo autoanálisis tan exhaustivos y constantes, pero es agotador. Tengo que alejarme de las tendencias autocompasivas y ser realista, llevo 28 años conmigo, si no me conozco bien a estas alturas y tengo que estar preguntándome cada día ¿cómo te sientes hoy? es que algo falla. Ese algo se llama seguridad en uno mismo y a mí, como a muchos, siempre me ha flojeado. 

A lo largo de mi vida (no diferencio entre personal y profesional, porque son lo mismo) he conocido tanto a personas reflexivas como a personas activas. Como todo en esta vida no se trata de ser uno u otro, sino que es cuestión de grados, pero me refiero a los que son fácilmente reconocibles en sus extremos. Los primeros son aquellos que meditan meticulosamente cada paso que dan (sin ser excesivamente exagerados, se plantean hasta los motivos por los que desean seguir respirando y/o por qué o por quién late su corazón). Los segundos son gente de acción, la reflexión es para cobardes y prefieren construir acciones de forma constante y no dormirse en los laureles.  Y de todos ellos, siempre llego a la conclusión de que la gente que termina consiguiendo lo que quiere, (no digo comiéndose el mundo o encabezando las listas de Frobes) sino haciendo lo que les gusta, son los del segundo grupo. 

http://www.mrwonderfulshop.es/

Estoy convencidísima de que tú también conoces gente que se ha lanzado a la piscina sin tener un buen plan de acción previo. Y de que, como yo, también te has quitado el sombrero ante ellos. Seguro que también conoces casos de gente activa a la que le ha ido mal en ciertos momentos por arriesgar demasiado. Yo también, claro que sí, pero aún así me quito el sombrero ante ellos por haber tenido el valor de intentarlo.

Las personas reflexivas (las que nos identificamos con el extremo de la reflexión, insisto) vivimos acojonadas. Es así. Tenemos miedo. Nos importa el qué dirán, reconozcámoslo, nos importa porque tenemos la absurda costumbre de vernos como nos ven los demás.

En el desarrollo infantil encontraremos un buen ejemplo. En la infancia los niños se gestionan a base de heteronomía, es decir, se rigen por las normas que dictan los demás (los padres transmiten las normas sociales, los ritmos de vida, de comidas, las costumbres...). Pero más adelante se transforma en autonomía porque todas esas normas han sido interiorizadas y el niño ya está preparado para analizarlas desde su punto de vista. 

¿Seguro?
A los reflexivos nos pasa algo similar. No vemos lo capaces que somos de hacer algo hasta que alguien nos lo dice. No sentimos que seamos inteligentes a no ser que obtengamos el refuerzo externo de una buena calificación. Y no sentimos que hayamos hecho un buen trabajo a no ser que recibamos una palmadita en la espalda. 

Por eso, durante el proceso de obtención de resultados, estamos muertos de miedo. Y previamente nos tiramos tanto tiempo planificando una estrategia (o soñando despiertos) que perdemos segundos de oro en ello. Homer Simpson nos asusta cuando dice  que el primer paso hacia el fracaso es intentarlo, porque tiene razón. Pero si somos realistas, realistas de verdad y no pesimistas que fijen ser objetivos, es tanto el primer paso hacia el fracaso como lo es hacia el éxito. 

Hay que perder el miedo, sé que es fácil de decir, pero hay que hacerlo. No pienso pasarme otros 28 años acojonada y dando pasos con pies de plomo por miedo a caerme. Ya me he caído otras veces y sin haber arriesgado nada, solo con los vaivenes de la vida, y me he recuperado. Ya es hora de dejar de soñar y empezar a actuar para conseguirlo. 

Nunca seré de esas personas activas que arriesgan y se dejan llevar hasta que ganan, no va conmigo, pero sí pienso dejar de estar en el otro extremo. Lo personajes a los que más admiro, la gente real a la que más admiro, son esta clase de personas. 

¿Qué tienen ellos que nosotros no tengamos? Nada. Al menos nada que no podamos solucionar.