Al caer la noche, con los dedos enrojecidos de tanto practicar, se
dedicaron a contar las luces de los barcos en la oscuridad. Juliette sonreía
con la mirada y Víctor, que jamás se había sentido posesivo con nadie,
disfrutaba al pensar que ella era su chica. Cada vez que ella hablaba, cada vez
que le contaba una nueva anécdota sobre su vida, la sentía más y más cerca.
Acarició la mejilla de Juliette con el dorso de la mano antes de acercarse, sus
narices se rozaron suavemente y un millón de receptores se activaron como si
aquella fuese la zona más sensible de todo su cuerpo, sus sensaciones se
estaban anticipando a lo que segundos después consiguió que una corriente
eléctrica recorriese todo su cuerpo. Tal vez fuesen ciertas las teorías que afirmaban aquello sobre el
amor, de lo contrario ¿cómo explicar que cada vez que sus labios se encontraban
saltasen chispas?
Cuando sus lenguas se rozaron, aferró sus manos alrededor de la cintura
de Juliette y la mordió cuidadosamente antes de besar su mentón, lamer su
cuello y meter las manos bajo su camiseta.
—Creo que estoy enamorado de ti –le susurró cuando alcanzó su oreja.
—No digas tonterías –respondió ella de forma entrecortada.
—No lo acabo de decidir ahora, ¿sabes? –contestó él perdiéndose en una
ligera carcajada antes de besarla de nuevo. Tantos besos le habían dejado los
labios enrojecidos y, bajo la luz de las estrellas, estaba irresistible—. Creo
que estoy perdido por ti desde hace mucho tiempo.
—No necesitas decirme esas cosas –añadió ella—. No soy ese tipo de chica.
Juliette se quitó la camiseta y Víctor deseó haber estado a un metro de
ella para poder observar su cuerpo con perspectiva y deleitarse con lo que
había imaginado bajo aquel uniforme del internado.
—Lo sé –Él también se quitó la camiseta y se apresuró en abrazarla de
nuevo, deseaba sentir el calor que su piel desprendía—, pero unas palabras
dulces no hacen daño a nadie.
Víctor se dejó llevar por sus instintos, por las manos de Juliette, y
terminó recostado sobre ella carente de perspectiva más allá del mundo de las
sensaciones. Ella era la suavidad. Su cuello, sus brazos, su pecho… Parecía tan
vulnerable bajo su musculoso cuerpo y a la par tan grandiosa.
Juliette le apartó ligeramente y se deshizo de sus vaqueros mientras le
miraba con picardía. La chica alocada que parecía haberse calmado al salir del
internado, había despertado para torturarle incitándole a dar un paso más. Ni
siquiera sus risas, debidas a unos bóxers repletos de monos colgados de lianas,
podían frenar aquel torrente de sensibilidad.
No hubo impedimentos cuando él perdió la mano bajo su ropa interior,
Juliette se dejó acariciar como si ya supiese de qué iba la historia. Ninguno
de los dos estaba descubriendo algo nuevo, pero se estaban descubriendo el uno
al otro, disfrutando al máximo de eso que a Juliette le daba tanto miedo, la
vida.
Ahora recuerdo los primeros comentarios de hace unos meses...xD
ResponderEliminarNo quiero que acabe, aunque como todo lo bueno llegará su fin.
Hasta pronto!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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ResponderEliminarOh! Que mal que se acabará!
ResponderEliminarPero este capítulo es simplemente tan… perfecto!
Es muymuy hermoso.
Yo los amo juntos juntitos ♥
Me encanta (:
Sonrisas espolvoreadas!
Me ha encantado el capítulo de hoy. Muy ardiente, ya era hroa...A veces todos somos un poco como Juliette y tememos eso que llamamos vida. No es la única.
ResponderEliminarMuchos besos Veritas. Y aunque queden pocos capítulos, soy de las que piensan que una historia termina cuando nadie la recuerda...y eso no sucede nunca con tus historias!!
Rebeca.
mmm, los últimos bocados son muy dulces :) y picantone, jejeje
ResponderEliminarME ENCANTAN ESTAS ESCENAS CORTAS TAN SABROSAS!!!!