Este año he sido super buena, Papá Noel me lo ha dejado claro. Pero como él es de otro estilo, tengo miedo que los Reyes Magos no hayan llegado a la misma conclusión y me espere una cesta de carbón bajo el árbol... Estoy segura de que se ofenderán muchísimo porque no pueda acompañar a mis primos pequeños a ver su cabalgata (aunque, por otro lado, ahora que me he enterado de que no van a dar caramelos será mejor ir a trabajar)
Sin embargo, por lo que más preocupada estoy ahora es por la llegada del año nuevo. Este año me supondrá menos trabajo (el lado positivo de no haber cumplido los propósitos de este año es que no tengo que volver a escribirlos, al igual que no haber quemado la liga roja... ¿será por eso que no fui capaz de cumplirlos?) pero el problema es que no me gustan los años pares, ni los números pares, ni los números en general; me confunden bastante (eso me recuerda que debería estar estudiando...).
Los números me hacen sentir una fracasada, son la razón de que aún no haya terminado mis estudios (y la vagancia mezclada con la inspiración por tareas alternativas), la razón de que no pueda ir al cine tanto como me gustaría y la razón de mi mayor fuente de estrés. Dice que son objetivos, fáciles de razonar, pero la experiencia me ha demostrado que son tan manipulables como la plastilina. ¿Nunca habéis notado lo mentirosos que pueden llegar a ser? Los números engañan tanto como el ser humano que ha llegado a calcularlos lo desee, depende de la objetividad del señor o la señora que los maneje, lo que no deja de ser un concepto subjetivo.
Y llegado a este punto, es cuando yo me pregunto cuánta objetividad será cierta en aquellas personas que aseguran hablar bajo sus premisas. No dudo de que los deseos de la persona que asegura ser objetiva sean realmente ser objetivo/a; pero es imposible. Imposible, creedme. La subjetividad está presente bajo nuestras palabras, es inveitable dejar que tiña nuestros comentarios porque, al fin y al cabo, ¿qué es lo que estmaos haciendo al argumentar o buscar conclusiones?
Damos nuestra opinión constantemente, inevitablemente e irremediablemente... Y si cada uno de nosotros es un mundo, con una opinión dentro de su objetiva subjetividad; yo brindo por ello. Brindo por la diversidad, por los aciertos y los errores, por el millón de colores que somos incapaces de ver, por la coincidencia dentro de la diferencia, por el crisol de mentes que configuran nuestro inconsciente colectivo y por el sin fin de irrealidades que aún están por descubrir.