No desesperes, pero no pares. Sigue caminando.





Diana nació en las calles de Gijón.

Desconoce quién es su padre y dudo que conserve algún recuerdo de la madre que le dio a ver la luz junto a sus vecinos de útero. En algún momento, todos se separaron y cada uno siguió su camino.

Deslumbrada por las luces de algún coche, por huir de un enemigo o persiguiendo comida, terminó en el patio interior de una serie de edificios en el que se sintió segura. Pero esa sensación no duró mucho tiempo, pues no agradaba a todos los vecinos que transitaban por aquel lugar. De hecho, y por desgracia, algunos de esos traspasaban sus límites maltratándola si se cruzaban con ella.

Un buen día, la dueña del ático (amante de todo ser que pueble la tierra menos aquel denominado humano) sorprendió a unos seres de unos 8 años de edad tirándole del rabo y lanzándole piedras. No soportó aquella tortura y, a pesar de que en su casa ya había bastante inquilinos, agarró a Diana y la llevó con ella a su hogar.

Dieciséis pisos sobre el suelo más tarde, Diana tuvo que habituarse a algo nuevo y desconcertante. Se escondió tras la lavadora, con su rabo torcido asomando por la esquina, hasta asimilar que hora conviviría con dos gatos tan callejeros como ella, una perra, una tortuga enorme y un canario. Y por si fuera poco, dos humanos y un centenar de plantas. 

Pasaron varios días hasta que se decidió a salir y probar el agua y la comida que esos extraños la ofrecían. También le dieron un lugar en el que dormir y un sin fin de caricias. Entonces empezó a explorar. 

Campaba a sus anchas por aquel ático. Su carácter, forjado en las calles, le hizo dominar al resto de animales y disfrutar como una niña mordisqueando las plantas. Y, aunque se escondía de las visitas, había una chica que le resultó especial. 

Esa chica nunca la atosigaba a mimos, pero observaba como se los daba al resto de animales. Siempre les llevaba chuches o juguetes, y cuando su dueña no estaba, era quién se encargaba de cuidarla. Un día probó a subirse encima de ella y la chica no la echó. La acarició hasta hacerla ronronear. Olía de una forma especial. La mirada de forma especial y le cepillaba el pelo con mucho cuidado. Así que decidió que la querría con todas sus fuerzas para que esa chica la cuidase siempre.

Si algo me gusta, es que me rasquen con un boli

Y eso hice. Aunque mi suegra la salvó hace años, Diana se vino a vivir con César y conmigo en cuanto tuvimos nuestra madriguera. No tardó en acostumbrarse, de hecho se hizo la dueña de la casa y de nosotros.

Soy consciente de que nos enamoramos la una de la otra siendo bastante mayores, pero es lo de menos. Ella duerme a mis pies, me despierta con besos de gato y me sigue por la casa. Y aunque no me deja leer, porque cree que debo mirarla siempre a ella, y me muerde cuando jugamos porque tanto sufrimiento la hecho perder el autocontrol, jamás podría separarme de ella. 
Mi marido comprende nuestra especial relación, él también tuvo un gato que le había elegido, que creció junto a él y por eso jamás se interpone entre nosotras. 

Diana no tuvo una vida fácil, pero está disfrutando de una jubilación muy dulce.

Nunca se sabe cuándo te va a sonreír la vida, pero hay que seguir adelante dando un paso más cada día. La fortuna existe, su rueda gira, hay que tener paciencia y dejar que el mundo siga girando. 

Diana me ha enseñado una importante lección que quiero compartir contigo:
No te desesperes nunca, solo sigue caminando.

6 comentarios:

  1. Me alegro de que Diana haya encontrado su final feliz :)
    Se nota que tu suegra y tu chico tienen muy buen corazón. No hay nada como añadir un miembro peludito a la familia.

    Tendremos que hacer caso a la lección de Diana, que a buen seguro es muy sabia. A veces hasta que no tocamos fondo no empieza a brillar el sol, la vida me ha demostrado eso en más de una ocasión.

    Diana tiene suerte, con lo cielote que eres seguro que la tienes colmada de mimos y chucherías ;)

    ¡Un abrazo!

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    1. Desde luego, al observarla te das cuenta de lo inteligente que es y ha sido. Sobrevivir como ella lo hizo no fue fácil, pero lo hizo. A veces no hace falta irse muy lejos para encontrar ejemplos de lucha y superación. No necesitamos conocer la historia de Steve Jobs para motivarnos, con mirar dentro de nuestra casa encontraremos grandes héroes y heroinas.

      Gracias por comentar, Ana. Un abrazo

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  2. Que historia tan bonita!
    A veces los animales nos enseñan la verdadera esencia de la vida. El seguir en pie, peleando, por mucho que el día se tuerza o lo negro que se ponga el horizonte. Porque el sol brillará de nuevo y la lluvia pasará.

    Me ha encantado leerte!!

    Dale muchos mimos de mi parteeeee! Con lo que me gustan a mí los gatitosss!

    Un besazo! Quierote!

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    1. Se los daré, preciosa. A Diana le encantaría conocerte algún día :)

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  3. ellos nos eligen, es verdad :D y me alegro infinito por Diana y por ti :)
    qué lindo post, Carmen, MARAVILLOSO
    un abrazo ronroneante!!

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    1. Solo hay que seguir adelante, afrontando lo que venga.... Diana es una valiente y es increíble lo que se puede aprender de ella. Y de casi todos los gatos adoptados, no saben hacer más que sobrevivir hasta que la cosa cambie. Nadie se adapta mejor que ellos ;)

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