¡Salpicados! Capítulo 6

Como cada sábado,  una nueva entrega de ¡Salpicados! Poco a  poco, esta historia va tomando forma  y me pide ser  algo más que una micronovela,  y eso que yo intento controlarme porque aprecio mucho vuestro tiempo y se que algo cortito se  lee  rápido y mejor. Hoy se me ha ido un  poco la pinza  con la  extensión, espero que no os importe. 
¡A  leer!





Capítulo 6


Ahora que sabía que estaba ante una chica con estudios, y se sentía más inseguro si cabe,  intentó usar un lenguaje apropiado para contarle  su propia historia. Nada de  expresiones como: “y tal…”,   “ya sabes” o “¿me entiendes, tío?”, que le salían sin darse cuenta;  sobre todo cuando se reunía con sus amigos de toda  la vida. 
Ahora tenía que ser específico y no andarse por las  ramas. Su profesora de   literatura siempre decía que las  personas  inteligentes  aprecian mucho la capacidad  de  síntesis.  Y él la  tenía.  Bueno,  antes  la tenía. Antes  de entrar  en diversificación junto a sus amigos y Verónica.
—Digamos,  simplemente, que cometí el  error de enamorarme  de la  tía más   retorcida  de todo el planeta y fiarme  de ella.
—¡Oh, l`amour! —dijo ella sonriente.
—Sí. La peor enfermedad conocida  por el  hombre —prosiguió—.  Me  dejó ciego, sordo y hasta mudo.  Me convirtió en un agilipollado incapaz de  atender a razones.
—Guau, Verónica tiene que ser una chica realmente  impresionante.
—Lo fue —respondió—. Quiero decir, sigue estando cañón y es muy divertida…  Pero lo que tanto  me atraía  de ella  desapareció en cuanto llegó Melisa. —Se llevó una mano a la cara y se frotó los ojos para controlar los recuerdos que se escondían en ellos—. Melisa   cambió mi mundo, pero no pareció alterar  el suyo.  Se volvió egoísta, celosa,  mezquina… Claro  que todos dicen que siempre había sido así, solo que tener una hija  me había hecho quitarme   la  venda de  los ojos.
Gabriel se frotó los ojos de  nuevo y después  la nuca.  Eso hizo que Ciara se revolviese incómoda. Lo que había iniciado con una pregunta inocente y divertida,  que en citas anteriores había resultado hasta provocativa, se había convertido en una  confesión de  Gabriel.  Se sentía culpable  por haberle obligado a dar un paso que aún no estaba preparado para dar. Por mucho que dijera,  la  venda aún cubría una parte   de  sus ojos.
—Mi turno —dijo con tono alegre,  intentando distraerle—. Te adelanto que mi vida no es  tan divertida como la tuya, más bien es deprimente,  pero el  amor también me dejó ciega  en una ocasión.
Y así,   sin más  dilación,  en parte  por empatía y en parte para servir de distracción, le  confesó a  su acompañante  prácticamente  desconocido que había estado saliendo con un profesor.  Después de una vida  ordenada,  haciendo todo aquello que se supone que una persona  normal  debería hacer,  pasó por el instituto con buenas notas  hacia una buena universidad. El primer año había sido una fiesta tras otra,   por fin había salido de aquel pueblucho de mala  muerte  y sus padres le  daban dinero cada mes  para compartir piso con otros estudiantes.  Pero  en septiembre, las  asignaturas (y sus padres) le pasaron factura y eso la hizo reaccionar a tiempo. Los años siguientes se  aplicó hasta la médula,  tanto que incluso participó en un proyecto de investigación con el profesor más joven e innovador de toda la  facultad.
—¿No te  importó que estuviese casado?
—¿Con  la rancia de  psicolingüística? —dijo ella—.  No.  Se había casado con ella  porque era hija del  decano.  No sabes cómo es  la Universidad,  hay mucha mafia ahí dentro.  Si no tienes contactos, no eres nadie.
Gabriel levantó las cejas sorprendido. 
—Además, él estaba enamorado de mí. O eso creía yo —continuó ella—.  Estaba convencida de que lo que teníamos era pura  magia… Era  atento,  cariñoso, siempre   estaba atento de mis necesidades  y el  asunto de  ocultar  nuestro  amor  le  daba un punto. En mi cabeza idealicé nuestra  relación  como el  cuento de hadas con el que todas  soñamos. —Tuvo la necesidad de agitar  la cabeza a los lados para no recordar. No sabía por qué   se  había sincerado tanto con Gabriel. No tenía que haberlo hecho—. El  caso es  que pasó  lo que tenía que pasar.  Me dejó, publicó mi trabajo a su nombre y   yo  me  quedé  sin nada.
—¿Te robo tu trabajo? —preguntó escandalizado.
—No del todo. Era su investigación,   no la mía.  Que yo fuese su secretaria, hiciese  las  entrevistas, pasase  todos los datos estadísticos y realizase los análisis no quiere decir  nada  más que  fui una gilipollas.  Se aprovechó de  mí.  Y a saber de otras cuantas…
—¡Qué hijo de la gran puta!
—Sí —le  confirmó ella—. Pero aún así, intenté  reponerme.  Después de terminar la  carrera,  volví a  casa  de mis padres con  la intención de mudarme  a corto plazo. Lo tenía  todo planeado: Prepararía unas  oposiciones y me mudaría  allá  dónde  me diesen plaza como  maestra.
Se tomó unos minutos  para respirar y a Gabriel le  dio  la  sensación de que algunas piezas de Ciara  se estaban recomponiendo por dentro. 
—Y las  cosas no fueron como esperabas.
—No —dijo negando con  la cabeza—. Cuando pagué los derechos de examen, antes de que se diese fecha exacta de  la  oposición, mi hermana mayor sufrió cáncer de  mama.
—Joder. Qué mierda. —Por desgracia,  cada  vez  eran  más  los que vivían el cáncer de cerca y Gabriel no había  sido menos—.  ¿Lo superó?
—Loreto fue una de esas que baja las estadísticas… —musitó—. Murió a los pocos meses, pero te  aseguro que para  mí fueron eternos. Yo siempre era quién la acompañaba a todas  las  visitas  médicas, a  veces mi cuñado conseguía días en el trabajo y  me sustituía. Pero intentábamos que él siempre estuviera cerca de mis dos sobrinas.  Eran muy pequeñas   para  comprender nada…
—Lo siento mucho,  Ciara.
La  chica abrió una  lata  de refresco y pegó un trago largo. Tal  vez las  burbujas le dieran esa chispa que necesitaba para no romper  a llorar ante Gabriel y terminar de espantarlo.
—Gracias, pero bueno, hace dos  años de  eso y la vida  sigue. —Dio un nuevo trago—. Aunque  suene  extraño,  esos últimos meses de vida,  mi hermana y yo estuvimos más  unidas que nunca.  Antes de eso, nuestra relación no había sido precisamente idílica… —añadió—.  Pero antes de  irse  me  hizo prometerle que seguiría  adelante con mi vida sin esperar  a que nadie me diese  la  oportunidad.  Por eso,  dos  semanas después  de su entierro, regresé  a la  capital. Busqué un piso cualquiera, un trabajo cualquiera  y listo.
—¿Y qué te hizo venir a esta  ciudad?
—Un amigo de mi tío iba a abrir un bar depresivo y necesitaban camareros que dieran el perfil —bromeó robándole unas risas  a  Gabriel—. Como yo tenía experiencia, y un enchufe que te cagas, me hicieron jefa de sala. Y como el bar estaba aquí y el  sueldo me iba a permitir dejar mi piso compartido,  no lo pensé  dos veces. Ya llevo tres  meses  aquí.
—¿Y te gusta lo que vas encontrando?
Ciara  le miró de  arriba abajo y no  pudo evitar que se le escapase una sonrisa.
—De momento sí. Y mucho.

2 comentarios:

  1. Oh, me está encantando. No puedo esperar al siguiente capítulo.

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  2. Ohhhhh, esa frase final. "De momento si, y mucho..." ahí me has matado! xD

    Me ha encantado este capi!!! Un poco más largooooo!!! Siiiiiii :-))))))

    Muy sentimental, confesiones del pasado, momentos duros, situaciones que seguro les hacen acercarse y empezar a mirarse desde otra perspectiva, ada que ver con las primeras apariencias ;-)

    Sigue, así estoy deseando saber más!!

    Besitossss

    Quierote!!

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