Lecturas: 13 balas



Antes de hablaros de este libro, quiero contaros una pequeña anécdota de suma intimidad. (Aquellos que no quieran leerla que se sientan libres de pasar al comentario que dejo tras la portada)

 01:30 a.m, Gijón. Carmen  termina de leer un capítulo de alta tensión y cierra el libro de golpe. Resopla. Su novio duerme plácidamente a su lado y ella le mira con la esperanza de que le contagie parte de esa tranquilidad que destila. Tiene miedo, pero también tiene que miccionar antes de dormir. Se levanta y cierra la puerta del baño tras ella. Escucha ruidos fuera, sabe que son los gatos. Sin embargo, imagina que fuera hay un hombre de 2 metros de altura, piel blanca como la leche, calvicie completa, orejas puntiagudas, ojos inhumanos y dientes.... dientes afilados por todas partes. Suspira de nuevo antes de abrir la puerta mientras una parte de ella confía en que dicho sujeto esté allí, esperándola. Pero allí no había nadie, por eso camina hacia atrás y se mete dentro de la habitación mientras vigila que en el pasillo todo va como debería ir. Cierra la puerta de la habitación, marcha atrás. Su espalda choca contra un hombre de 1.85 metros de altura y grita a pleno pulmón completamente aterrorizada.
-Joer, Car -dice mientras se rasca un ojo-. Me has asustado hasta a mí.



 Título: 13 Balas. Cuentos de vampiros, 1.
Autora: David Wellington
Editorial: Minotauro
ISBN: 9788445077719 





Os voy a hacer un pequeño resumen con mis propias palabras, como siempre. 

La narración comienza con un seguimiento a un peligroso vampiro por parte de agentes especiales. Arkeley, el cabecilla, lleva siguiendo la pista a este engendro desde hace tiempo. Un asesino en serie, un cazador de humanos mil veces más fuerte que él. Lo que nos da un prólogo perfecto, lleno de acción y escalofríos, para una historia con los mismos ingredientes.
La agente Laura Caxton es la encargada de vigilar el tráfico justo la noche en la que ocurre una persecución. El violento conductor escapa antes de que los policías lleguen al coche cuyo maletero está repleto de miembros amputados. Eso parece algo serio. Tanto que, casi dos décadas después, recurren al mismo agente especial Arkeley.

Semana Negra. Gijón 2010.
La cosa se pone seria a partir de entonces. Los vampiros que se creían extintos están dando señales de vida después de tanto tiempo y ahora, más que sed de sangre, tienen sed de venganza. Su especie estuvo al borde de la extinción y el culpable no quedará impune. 
Con una astucia sobrenatural, los vampiros de David Wellington te sorprenderán varias veces antes de que termines la página. En cuanto terminas el capítulo quieres más. Y cuando llegas a las últimas páginas del libro rezas para que no termine de esa forma...
No me malinterpreteis, es un gran final. Ideal para una saga en la que cada una de sus partes es tan o más importante que la anterior.

Tardé más en leerlo de lo que suelo tardar en leer un libro de esta extensión. Pero si analizamos el hecho de que era una lectura más densa a las que estoy acostumbrada a leer últimamente y le añadimos el doble sumatorio del miedín (que no miedo) que me dieron algunos capítulos, es comprensible.
Sin embargo, os aseguro que disfruté de cada palabra y degusté cada letra al igual que una vieja vampira habría apreciado cada gota de sangre que cayese dentro de su boca. 

A tener en cuenta:
  • Al lado de la portada del libro vereis unos enlaces. Con un clic sobre el nombre del autor viajaréis a su página web. Allí escribe, cuelga capítulos nuevos, habla tranquilamente... Muy interesante.
  • Apta para los amantes de misterio y el terror litgh.
  • No lo leas si buscas un romance paranormal o vampiros/as buenorros/as en sus páginas. No lo encontrarás.
  • Sobre el autor: Los primeros pasos del autor en la escritura fueron a través del blog de un amigo en el que colgó por capítulos su primera novela sobre Zombis.Pude verle en la Semana Negra del año pasado, me firmó dos libros y disfruté de la charla en la que nos confesó su amor por las obras de Stephen King. Fue genial con el público, muy natural y nada estirado. Al contrario que muchos autores que, a pesar de carecer de reconocimiento internacional, se consideran intocables sobre su pedestal.