Maldito verano

  Las escaleras nunca le habían parecido tan empinadas como en esta mañana resacosa. 

 Maldita Lucía, ¿por qué le habría hecho caso con aquella última copa de cava? Después de ese último trago una nube grisácea enturbió todos sus recuerdos. Colores, unos zapatos y algún que otro ataque de risa se cruzaban como recuerdos de fugaces; pero ahí terminaba todo. 

 Maldita celebración de fin de curso, ¿por qué tendrían que presionarles de esa manera? Con esa forma de actuar lo único que conseguía el profesorado era empujarles al lado oscuro. Hacer todo aquello que estuviese prohibido durante los exámenes se volvía mucho más atractivo que el resto de año. Mientras estudiaba, solo con mirar por la ventana y ver las flores, despertaban en ella mil deseos reservados solo para aquellos que superasen los finales. A medida que se acercaba la fecha, las delicias de la libertad le llegaban teñidas de un fantástico amarillo veraniego... Si ese amarillo no brillase tanto, no habría brindado con ese caba tan brillante, hoy no tendría resaca y las magdalenas recién hechas de su mandre no le sabrían a comida de gato.

 ¡Maldito verano!