En toda su vida había estado tan nerviosa. Sabía que la entrevista había ido estupendamente y que, aunque su curriculum no fuese perfecto, la recomendación de la profesora de Melisa sería suficiente. Pero para cubrir la plaza de maestra en educación infantil, había muchas otras candidatas, algunas de ellas de edad superior que probablemente tuvieran una experiencia con niños mucho más valiosa que una estúpida ludoteca.
No dejó de repasar mentalmente los detalles de la selección de personal: "Gracias por tenernos en cuenta, Ciara", "Valoraremos tu propuesta, Ciara", "Te llamaremos a lo largo de la semana, Ciara". Pero ya era viernes, a punto de alcanzar las seis de la tarde, y mientras Melisa y ella esperaban por Gabriel, la decepción consigo misma se iba instalando ta adentro de su pecho que ni siquiera era capaz de sonreír a su niña favorita por compromiso.
-¿Qué pasa, doña perfecta?
-Si fuera una "doña perfecta" tendría un trabajo decente con el que sobrevivir, ¿no crees? -le respondió a Laura con una amarga sonrisa.
Melisa descendió del tobogán a toda prisa para lanzarse sobre Jairo, portador de una enorme bolsa de gusanitos con aroma de mantequilla, al tiempo que las chicas ocupaban un banco. Ciara estaba tan preocupada que permitió a Laura encargarse de regañar a los niños cuando se acercaron a la fuente, palabras mal sonantes incluidas.
-Dijeron que te llamarían, no que la llamada significase algo bueno -intentó consolarla su amiga-. Tal vez estén llamando a las otras y dejen a la candidata elegida para el final del día.
-Ojalá tuvieras razón -dijo robándole un puñado de gusanitos-. ¡Mel, aléjate de agua ya! ¡No te lo repito! -gritó a la niña que intentaba rellenar una pistola de agua improvisada con la bolsa de chucherías.
-¿Sabes? Desde que gritas como una madre cualquiera me caes mucho mejor.
Las dos se echaron a reír preguntándose cuánto tardaría en empezar a usar las octavas que solo madres como Laura, o la propia abuela de Melisa, eran capaces de alcanzar. En el pasado, Ciara estaba convencida de que jamás actuaría de ese modo, pero ahora concluía que se trataba de una simple relación entre el desgaste y los vaivenes emocionales de una vida cualquiera.
-¿Se puede saber qué es tan gracioso?
-Hola, cielo -dijo Ciara intercambiando un beso rápido ante Laura.
-¿Sabemos algo...? -Ciara negó con la cabeza y, por la expresión de su rostro, Gabriel supo que no debía añadir nada más-. Voy a saludar a los niños.
Desde el banco, a través de los escasos metros que les separaban, las chicas observaron como Melisa y Jairo le recibían echándole agua con sus nuevas pistolas. Gabriel comenzó a perseguirles, fingiendo estar horriblemente enfadado, pero fue él quién terminó en el césped en medio de un ataque de cosquillas a cuatro manos.
-Mira eso -le dijo Laura-, eres una tía afortunada. Deja de joderte los sesos con lo del curro. Otra cosa saldrá. Es solo cuestión de tiempo -Ciara frunció los labios al ver sus ojos aguados. Claro que era afortunada, formaba parte de una familia que la hacía sonreír cada mañana y era normal que Laura envidiara eso-. ¡Qué les jodan a esos pijos rodeados de monjas!
-Estoy de acuerdo. -Levantó un gusanito y Laura brindó con otro en la mano-. Las cosas pronto irán a mejor. Para ti también. La buena gente como tú lo merece.
Justo entonces, y después de brindar por ello, el teléfono de Ciara comenzó a sonar. No se sintió capaz de desbloquearlo al primer tono, aunque tenía el dedo sobre la zona verde de la pantalla. Aquel número oculto podría significarlo todo y no estaba segura de ser capaz ni de tragar la masa de maíz y aceite con aroma a mantequilla que corría por su gadnate. Gabriel se acercó a ellas cuidadosamente y le robó el teléfono de las manos. Activó el manos libres para que Ciara se viese obligada a contestar a tiempo.
-¿Sí? -dijo ella con un ligero temblor en la voz.
-Hola, Ciara. Soy Eloisa López.
-Ah, sí -dijo agarrando de nuevo su teléfono. Falsa alarma, solo se trataba de su ginecóloga.
-No te robo mucho tiempo, solo quería que supieras que los resultados han sido positivos.
Desactivó el manos libres y se levantó del banco, a nadie más que a ella le interesaban los resultados de su última exploración. Tras el cáncer de su hermana, no le parecía descabellado pasar por un análisis ginecológico cada seis meses y esa mención a "resultados positivos" acababa de alarmarla.
-¿Qué quieres decir con positivos?
-Espera, no... -Se escuchó el trasteo de papales y carpetas al otro lado del teléfono-. En tu ficha no pone... ¿Es qué no viniste por esto?
-Fui a lo habitual, Elosia, a descartar problemas.
-Bueno, depende para quién esto puede ser un problema. Estás embarazada, Ciara.
Sintió como la sangre que antes estaba tan alterada caía, atraída por la gravedad, hasta sus pies. Fue incapaz de responder antes de que su ginecóloga le recomendase pasarse por su consulta para hacer el seguimiento. Se quedó tan pálida que Gabriel, asustado, acudió en su busca mientras Laura agarraba el móvil por miedo de que se le cayese al suelo.
-Pero, ¿qué ha pasado? -le dijo su amiga.
-Estoy... Estoy... -Ciara miró a su alrededor. Primero a los niños que ocupaban el castillo lleno de pruebas a su destreza psicomotriz, después al sube y baja que les ayudaba a acostumbrase a las alturas y los cambios, y por último a esos dos pequeñajos que corrían hacia ellos presos de la felicidad de una tarde de viernes en el parque-. Yo... Nosotros... -Miró a Gabriel y sin saber por qué su mano fue a parar automáticamente sobre su vientre-. Gabriel, estoy embarazada.
Finalmente, los niños les alcanzaron tras la noticia, dándole el toque final con un buen chorro de agua salido de sus pistolas inventadas.
-¡Salpicados! -gritó Melisa antes irse corriendo de nuevo junto a su amigo.
Pedazo "cliffhanger" te acabas de marcar! xD
ResponderEliminarSalpicados...Madre mia!!Y ahora qué?? Con ganas de saber más ;-)
Sigue así, mil besitos!!