Poco o nada que decir

A veces, sin saber cómo, te atascas.  Y aunque tengas sueños, sueños muy grandes, no tienes nada que decir porque ya no quieres compartirlos. A veces te sientes como la única pieza de color en un mundo blanco y negro donde no eres capaz de encajar. En un mundo teñido de gris, sonrisas condescendientes y libros con hojas en blanco donde no se ven los colores de las risas o las miradas que deberían destilar rojos, verdes y ocres. A veces duelen músculos que no existen y otras se dañan, sin motivo aparente, los que sí están ahí. A veces te cansas de buscar motivos para justificar las consecuencias de una simple elección. A veces no los hay... A veces, a pesar de lo hermoso, perfecto y justo que sea aquello que te rodea, matarías por la sangre que corre por las venas de la gente de verdad. 
A veces no te quejas y sonríes porque no te faltan motivos, pero sientes una emoción inenarrable de frustración, ira y ansiedad. Y cuantos menos motivos tienes, peor te sientes por sentir con sentimientos. Por ser humano y ser egoísta. Por quererlo todo, querer el mundo que te prometieron y esa luna que tú bien sabes que te pertenece.