"Si la naturaleza nos hace generosos, nuestras manos nacen abiertas, y también nuestro corazón. Y aunque muchas veces tendremos las manos vacías, el corazón estará siempre rebosante y podremos tomar de él para dar."
Frances Hodgson Burnnett (1849-1924) nació y vivió en Inglaterra. Fue hija, madre y esposa -dos veces-. Hizo todo lo que una mujer de su época debía hacer, pero hizo mucho más. Escritora aficionada de relatos y cuentos cortos, alcanzó tanto éxito que mantuvo a su familia gracias a su afición. Periódicos y publicciones de diversas temáticas adoraban dornar sus columnas con sus relatos, sin embargo, su primera novela El pequeño Lord no consiguió una publicación.
Con la llegada de su segunda novela, La Princesita, Frances se ganó una gran fama en la literatura de índole infantil hasta el mismo siglo XX, donde pudimos ver en el cine las adaptaciones de dos de sus mejores novelas: La Princesita, mencionada anteriormente, y El Jardín Secreto.
Si nunca habéis leído nada de esta autora os recomiendo El Jardín Secreto, pues es una historia sencilla, dulce, armoniosa y completamente impecable. Te sacará unas cuantas sonrisas, un millón de lágrimas y un complejo de Peter Pan increíble. Frances nos desvela a unos niños, protagonistas casi exclusivos de estas obras, como verdaderos artífices de su propia felicidad; lo que, inevitablemente, te lleva a la conclusión de que la razón de la felicidad no se encuentra en el devenir, sino en como sepas manejarlo.
La Princesita es una obra de la misma calidad, pero bastante más triste. Es muy recomendable, pero a los más sensibleros os invito a ver la película, menos dura, que llenará vuestro corazón de esperanza.
No sé como lo conseguía, pero Frances Hodgson manejaba los sentimientos gracias a las palabras y sus historias, conmovedoras hasta el límite, vivirán por siempre en mi recuerdo. Espero que los hijos de mis hijos disfruten de sus jardines secretos tanto como yo lo hice en su momento.