Lecturas: Blanca como la nieve, roja como la sangre


Una de mis pasiones ocultas, una de esas que no cuento a nadie, es leer el periódico. Para mí leer el periódico mientras tomo un café es todo un lujo. Creo que se debe a una pura asociación de estímulos -Concha, estarías orgullosa de mí si me leyeras. Matías, gracias por enseñarme el verdadero sentido del condicionamiento clásico antes que Concha-Y es que, cada vez que llego a la facultad me resguardo en la cafetería de la lluvia o nieve de fuera y de la abrasadora calefacción que encontraré en la infernal clase de Concha. Allí me dan mi café y mi periódico gratis, los que me entretienen el tiempo suficiente como para plantearme si desmatricularé una asignatura imposible de aprobar a voces o si sobornaré al barquero para que me lleve a la vida de vuelta de vez en cuando.

Suelo leérmelo de cabo a rabo y por esa razón puedo mantener charlas durante horas con aquellos que creen que veo Gran Hermano, con los que piensan que sé de que van los deportes e incluso puedo mantener una conversación sobre la política actual, cuando todo el mundo sabe que la única política en la que creo es el imperialismo que defendía Darth Vader -pues claramente soy anti-yedi-.

Hoy no me apetecía en absoluto leer el periódico porque tenía otras cosas en la cabeza que ahora no vienen al caso. Cosas que consiguen bloquearme hasta el punto de impedirme leer -¿os podéis imaginar?-, y es que he perdido mi meta, un sueño que creía vislumbrar se ha venido abajo y no pude hacer otra cosa que recordar mi lectura más reciente y sentirme un Leo en potencia, aunque mucho más mayor -todo sea dicho-.

Y como me siento como Leo, he decidido hacer un pequeño homenaje, a mi estilo, sin llamar mucho la atención; "imitando" burdamente el estilo de escritura que plaga las páginas de Blanca como la nieve, roja como la Sangre, de Alessandro D´Avenia. Recordad ese nombre, Alessandro D´Avenia, Alessandro D´Avenia, Alessandro D´Avenia, Alessandro D´Avenia, Alessandro D´Avenia, Alessandro D´Avenia. 


Hoy, que he perdido las ganas de utilizar el subjuntivo aunque sea una forma verbal de uso irremediable, quiero nombrar a Leo. Hoy, que mis apuntes no son más que negro sobre blanco, quiero hablaros de Soñador.  Hoy, que el periódico sólo hablaba de deportes, me encantaría que conociéseis a Silvia. Hoy, que las nubes van y vienen, tornando del blanco al rojo, quiero que conozcáis a Beatrice. Hoy, que he comprendido que los sueños se apagan quiero recordaros -y recordarme a mi misma- que la vida es sueño. Y punto Final.


No puedo recomendar o dejar de hacerlo, pero sí puedo decir que para mí este ha sido un libro muy especial. Bueno a rabiar, carente de escalas de gris, vivo, húmedo, radiante. Muchas gracias a los blogs que, sin darse cuenta, me animaron a "pedir" este libro; gracias a mi novio César por haber captado las sutilezas de mis peticiones y regalarme esta chispa; y gracias a todos los lectores que habéis conseguido leer esta entrada hasta el final.