Como cada sábado, una nueva entrega de ¡Salpicados! Poco a poco, esta historia va tomando forma y me pide ser algo más que una micronovela, y eso que yo intento controlarme porque aprecio mucho vuestro tiempo y se que algo cortito se lee rápido y mejor. Hoy se me ha ido un poco la pinza con la extensión, espero que no os importe.
¡A leer!
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjttDDYVra2Zb9IhYR_XOyVvoGOqgFUet9IhhEhCJHVjM26qFJnAkcV_wchwyf10N1r5af0gDFYurkjAvaUeDbsw9xyR_QkDdkAqhHaDeX5yMBUrDdgUHSQMV80erCjqOVKdwRhHPkFRTq8/s320/salpicados.jpg)
Capítulo 6
Ahora que sabía que
estaba ante una chica con estudios, y se sentía más inseguro si cabe, intentó usar un lenguaje apropiado para
contarle su propia historia. Nada de expresiones como: “y tal…”, “ya sabes” o “¿me entiendes, tío?”, que le
salían sin darse cuenta; sobre todo
cuando se reunía con sus amigos de toda
la vida.
Ahora tenía que ser
específico y no andarse por las ramas.
Su profesora de literatura siempre
decía que las personas inteligentes
aprecian mucho la capacidad
de síntesis. Y él la
tenía. Bueno, antes
la tenía. Antes de entrar en diversificación junto a sus amigos y
Verónica.
—Digamos, simplemente, que cometí el error de enamorarme de la
tía más retorcida de todo el planeta y fiarme de ella.
—¡Oh, l`amour! —dijo
ella sonriente.
—Sí. La peor enfermedad
conocida por el hombre —prosiguió—. Me
dejó ciego, sordo y hasta mudo.
Me convirtió en un agilipollado incapaz de atender a razones.
—Guau, Verónica tiene
que ser una chica realmente
impresionante.
—Lo fue —respondió—.
Quiero decir, sigue estando cañón y es muy divertida… Pero lo que tanto me atraía
de ella desapareció en cuanto
llegó Melisa. —Se llevó una mano a la cara y se frotó los ojos para controlar
los recuerdos que se escondían en ellos—. Melisa cambió mi mundo, pero no pareció
alterar el suyo. Se volvió egoísta, celosa, mezquina… Claro que todos dicen que siempre había sido así,
solo que tener una hija me había hecho
quitarme la venda de
los ojos.
Gabriel se frotó los
ojos de nuevo y después la nuca.
Eso hizo que Ciara se revolviese incómoda. Lo que había iniciado con una
pregunta inocente y divertida, que en
citas anteriores había resultado hasta provocativa, se había convertido en
una confesión de Gabriel.
Se sentía culpable por haberle
obligado a dar un paso que aún no estaba preparado para dar. Por mucho que
dijera, la venda aún cubría una parte de
sus ojos.
—Mi turno —dijo con
tono alegre, intentando distraerle—. Te
adelanto que mi vida no es tan divertida
como la tuya, más bien es deprimente,
pero el amor también me dejó
ciega en una ocasión.
Y así, sin más
dilación, en parte por empatía y en parte para servir de
distracción, le confesó a su acompañante prácticamente
desconocido que había estado saliendo con un profesor. Después de una vida ordenada,
haciendo todo aquello que se supone que una persona normal
debería hacer, pasó por el
instituto con buenas notas hacia una
buena universidad. El primer año había sido una fiesta tras otra, por fin había salido de aquel pueblucho de
mala muerte y sus padres le daban dinero cada mes para compartir piso con otros
estudiantes. Pero en septiembre, las asignaturas (y sus padres) le pasaron factura
y eso la hizo reaccionar a tiempo. Los años siguientes se aplicó hasta la médula, tanto que incluso participó en un proyecto de
investigación con el profesor más joven e innovador de toda la facultad.
—¿No te importó que estuviese casado?
—¿Con la rancia de
psicolingüística? —dijo ella—.
No. Se había casado con ella porque era hija del decano.
No sabes cómo es la
Universidad, hay mucha mafia ahí
dentro. Si no tienes contactos, no eres
nadie.
Gabriel levantó las
cejas sorprendido.
—Además, él estaba enamorado
de mí. O eso creía yo —continuó ella—.
Estaba convencida de que lo que teníamos era pura magia… Era
atento, cariñoso, siempre estaba atento de mis necesidades y el
asunto de ocultar nuestro
amor le daba un punto. En mi cabeza idealicé
nuestra relación como el
cuento de hadas con el que todas
soñamos. —Tuvo la necesidad de agitar
la cabeza a los lados para no recordar. No sabía por qué se
había sincerado tanto con Gabriel. No tenía que haberlo hecho—. El caso es
que pasó lo que tenía que
pasar. Me dejó, publicó mi trabajo a su
nombre y yo me
quedé sin nada.
—¿Te robo tu trabajo? —preguntó
escandalizado.
—No del todo. Era su
investigación, no la mía. Que yo fuese su secretaria, hiciese las
entrevistas, pasase todos los
datos estadísticos y realizase los análisis no quiere decir nada
más que fui una gilipollas. Se aprovechó de mí. Y
a saber de otras cuantas…
—¡Qué hijo de la gran
puta!
—Sí —le confirmó ella—. Pero aún así, intenté reponerme.
Después de terminar la
carrera, volví a casa
de mis padres con la intención de
mudarme a corto plazo. Lo tenía todo planeado: Prepararía unas oposiciones y me mudaría allá
dónde me diesen plaza como maestra.
Se tomó unos
minutos para respirar y a Gabriel
le dio
la sensación de que algunas
piezas de Ciara se estaban recomponiendo
por dentro.
—Y las cosas no fueron como esperabas.
—No —dijo negando
con la cabeza—. Cuando pagué los
derechos de examen, antes de que se diese fecha exacta de la
oposición, mi hermana mayor sufrió cáncer de mama.
—Joder. Qué mierda. —Por
desgracia, cada vez
eran más los que vivían el cáncer de cerca y Gabriel
no había sido menos—. ¿Lo superó?
—Loreto fue una de esas
que baja las estadísticas… —musitó—. Murió a los pocos meses, pero te aseguro que para mí fueron eternos. Yo siempre era quién la
acompañaba a todas las visitas
médicas, a veces mi cuñado
conseguía días en el trabajo y me
sustituía. Pero intentábamos que él siempre estuviera cerca de mis dos
sobrinas. Eran muy pequeñas para
comprender nada…
—Lo siento mucho, Ciara.
La chica abrió una lata
de refresco y pegó un trago largo. Tal
vez las burbujas le dieran esa
chispa que necesitaba para no romper a
llorar ante Gabriel y terminar de espantarlo.
—Gracias, pero bueno, hace
dos años de eso y la vida
sigue. —Dio un nuevo trago—. Aunque
suene extraño, esos últimos meses de vida, mi hermana y yo estuvimos más unidas que nunca. Antes de eso, nuestra relación no había sido
precisamente idílica… —añadió—. Pero
antes de irse me
hizo prometerle que seguiría
adelante con mi vida sin esperar
a que nadie me diese la oportunidad.
Por eso, dos semanas después de su entierro, regresé a la
capital. Busqué un piso cualquiera, un trabajo cualquiera y listo.
—¿Y qué te hizo venir a
esta ciudad?
—Un amigo de mi tío iba
a abrir un bar depresivo y necesitaban camareros que dieran el perfil —bromeó
robándole unas risas a Gabriel—. Como yo tenía experiencia, y un
enchufe que te cagas, me hicieron jefa de sala. Y como el bar estaba aquí y
el sueldo me iba a permitir dejar mi
piso compartido, no lo pensé dos veces. Ya llevo tres meses
aquí.
—¿Y te gusta lo que vas
encontrando?
Ciara le miró de
arriba abajo y no pudo evitar que
se le escapase una sonrisa.
—De momento sí. Y
mucho.
Oh, me está encantando. No puedo esperar al siguiente capítulo.
ResponderEliminarOhhhhh, esa frase final. "De momento si, y mucho..." ahí me has matado! xD
ResponderEliminarMe ha encantado este capi!!! Un poco más largooooo!!! Siiiiiii :-))))))
Muy sentimental, confesiones del pasado, momentos duros, situaciones que seguro les hacen acercarse y empezar a mirarse desde otra perspectiva, ada que ver con las primeras apariencias ;-)
Sigue, así estoy deseando saber más!!
Besitossss
Quierote!!