Hoy vengo muy sonriente a presentaros una nueva micro novela que pienso dejar por aquí todos los sábados. Se trata de continuar con el experimento de capítulos ultra breves que inicié con Cadencia y que, a mí parecer (y al vuestro, espero), tan bien funcionó.
El primer relato que colgué para el taller de Be Literature os dejó con ganas de más, así que me puse manos a la obra para continuar lo que surgió sin darme cuenta en una pequeña novela. Estoy más que agradecida a este taller, porque fue entonces cuando nacieron Gabriel, la misteriosa camarera del tatuaje y Melisa. Poco a poco iremos conociendo a más personajes.
Pronto colgaré la portada en el sidebar (aún la estoy diseñando), pero de momento estaré muy pendiente de vuestras opiniones para saber si os gusta. Estoy ansiosa por vuestros comentarios.
Capítulo 2
Para hacer
del día un reto una pizca más
difícil, amaneció lloviendo y sin pinta de cesar a lo largo de la
mañana. Ya era la quinta semana escolar, pero a
Melisa le estaba costando
afrontarla tanto o más que la primera. Mientras
le abrochaba el chubasquero de Hello Kitie hasta la
barbilla, la niña bostezó sacándole una sonrisa; había heredado
su misma afinidad por los lunes.
—Ayer escuché
la puerta muy tarde —dijo Melisa
rascándose un ojo—. ¿Era mamá?
Gabriel había inventado
una preciosa historia en la que Verónica, como madre sacrificada, se había visto obligada a viajar
por cuestiones de trabajo. Y Melisa, como la niña tan lista
que siempre demostraba ser, le
hizo el favor de no hacer demasiadas preguntas.
—Era yo —respondió—. No
fui a darte un beso porque no quería despertar a la abuela.
¿Te imaginas que susto le habría pegado?
La niña
rió.
—Sí. Seguro que se
habría caído de la cama —dijo riendo—.
Pero, papi, cuando vuelva mamá dile que venga a verme, ¿vale? Aunque esté dormida.
Gabriel terminó de
abrocharla y suspiró. Ojalá las
borracheras durasen un poco más.
—Vale, peque —cedió
dándole un beso en la coronilla—. ¿Estamos listos?
—No me gustan las
botas de agua —dijo la niña
moviendo los pies incómoda—.
¿Por qué no puedo llevar los playeros
que brillan? Todas las demás
los llevan.
—Porque hoy está lloviendo. —Abrió la puerta y le
dieron ganas de santiguarse. Como Melisa tomara ese rumbo se estaría quejando el resto del día—.
Dudo mucho que otros padres dejen que sus hijas lleven playeros hoy.
Al salir del portal
preparó el paraguas para su hija y él
se puso la capucha, odiaba llevar esos bastones con chubasquero tanto como los
lunes.
—Pero estamos en entre tiempo
y en esta época hay que ir un
poco más abrigaditos. Solo un poco,
lo dice la seño.
Sí, todo apuntaba a que se trataba de uno de
esos días. A la hora de comer
protestaría aunque le pusiera espaguetis,
no querría hacer los deberes y
le costaría un triunfo meterla en la
ducha después del parque. Menos mal que su madre estaba en casa
para ayudarle.
—Mira, allí están mis amigos —le dijo señalando a unas niños que jugaban a saltar sobre los charcos. Todos
llevaban botas de agua—. ¿Puedo ir, papi?
—Puedes, ¿y sabes por qué? Porque hoy no se te mojarán los
playeros.
La niña
cedió con un asentimiento antes de echar a correr. Nada más
llegar pegó un brinco sobre un
charco y
otro niño comenzó el juego de
la pilla tomándola como
víctima.
—¿Qué tal, Gaby? —le dijo Laura.
Laura no era una madre cualquiera, tenía veintidós años, un hijo
de seis y era viuda. También era una
de las pocas amigas
que había hecho Verónica, si es que salir de fiesta juntas una decena de veces se
consideraba amistad. El resto de madres
la marginaban, tal vez
tuviera que ver con que fumase
como una carretera y fuese una mal
hablada.
—Aún no ha vuelto, ¿eh?
—añadió—. Es una hija de puta y un
zorrón de cuidado. Casi
mejor que no vuelvas a verla.
—Sí, ya lo sé.
Claro que lo
sabía, pero el
amor, a veces no atiende a razones.
—Tres semanas más
y Melisa la habrá olvidado —comentó dando una calada—. Y tal vez
tú dejes de estar tan encoñado
con ella. De verdad, no sé
que le ves. ¡Jairo, tira eso! Siempre cogiendo mierda del
suelo, joder qué asco de niño —gritó—. ¿Luego irás al
parque?
—No —negó con la cabeza—. Una amiga
de mi tía necesita unas
chapuzas en casa, creo que se ha comprado un mueble del Ikea y no sabe
montarlo.
—Genial, porque la ayuda del
paro no es que llegue para nada.
—Dímelo a mí —respondió
en una amarga carcajada—. Pero mi madre
está en casa, supongo que llevará
a Mel al parque. ¿Quieres que la avise para que te busque?
Laura se encogió de hombros. Era demasiado dura como para reconocer
lo mucho que le desagradaba estar sola
en un banco del parque mientras
el resto de madres la acuchillaban con la mirada.
Me ha encantado el segundo capi, así como el primero. Me encanta Gabriel, y espero que esa camarera de mucho juego! :-) En mi cabeza ya ha nacido una historia, a ver si coincidimos :P
ResponderEliminarMe encanta esta iniciativa de nueva novela a trocitos!! Después de Cadencia y Sin Licencia ya se te echaba de menos.
Yo al menos lo necesitaba!!
Mil besos guapísima, y a seguir adelante!!:-))
Gracias, guapísima.
ResponderEliminarTenía idea de colgar algo, pero la verdad es que no encontraba el momento, ni el argumento jejeje. Pero ahora que la inspiración lelga voy a intentar exprimirla al máximo. Me has animado mucho con tu comentario. Un abrazo enooorme :)
Es muy interesante, me tiene enganchada.
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