5 Cosas que mandar a la mierda este verano

No sé si serán los 30, pero... Oye, es verdad eso de que una se siente diferente. Ni más vieja, ni más sabia, ni más curtida, pero tal vez sí menos dispuesta a soportar ciertas chorradas pretenciosas sobre el bienestar psicológico humano (así, en general, sin importar cultura, edad o salud individual).



Estoy hablando de esos consejos genéricos que no van a ninguna parte y que nadie ha llegado a aplicar precisamente por su carácter global y nada personalizado. Pero aún así, consejos que se han leído y difundido hasta la saciedad,  hasta crear escuela.


Ha sido cumplir 30 y... ¡Puf! Algo ha cambiado.

Al soplar las velas me di cuenta de que por mucho que medite no voy a alcanzar la paz mental que creo necesitar, que por mucho que organice mi tiempo no voy a dar a todo lo que pretendo y que, por mucho que nos digan aquellos que nos incitan a soñar a lo grande, tengo que controlar mis expectativas. 

Estoy hasta el alma de tanta motivación mal entendida (si quieres saber qué es la motivación y de dónde viene lee este artículo y deja de ver a motivadores), de la inteligencia emocional orientada hacia la eliminación de quejas y de las planificaciones hacia el éxito basadas en la más pura introspección.

No funciona, de verdad. Créeme. No funciona. Y si piensas que estoy equivocada porque a ti te ha funcionado, solo te diré que se trata de un efecto placebo con fecha de caducidad. Por eso quiero compartir contigo las pautas sobe lo que voy a mandar a la mierda para ser más feliz este verano, tal vez hasta a ti te sirvan de algo.
  • Anotar logros en la agenda. ¿Para que necesito una agenda? Se de sobra lo que tengo que hacer y dónde tengo que estar. A no ser que se trate de una cita importante (para lo que puedo usar un aviso o una nota en la nevera), no necesito apuntarme cada día tareas cómo: Trabajar de 9 a 2, Escribir, Tiempo para ejercicio, Comer con familia (cada sábado)... Es absurdo. Y lo he hecho hasta ahora desde hace al menos dos años recibiendo un Tic verde como recompensa al lado de cada actividad terminada. Insisto, cuanto más lo pienso más absurda me siento.
  • La dieta estricta. Y esto tiene una razón de ser tan obvia que me dan ganas de pegarme con la cabeza en la pared por haber sido tan inconsciente hasta ahora. Cuanto más limite el grupo de alimentos en mi día a día, más cantidad ingeriré de esos "prohibidos" en las ocasiones especiales, consiguiendo así el efecto rebote. Se acabó estar a dieta. Comer de todo en su medida y sin agobios será el mejor camino.
  • Las chorradas sobre la zona de confort. Que no, no te dejes engañar. La zona de confort no es lo que nos están vendido. Tu zona de seguridad es importante y no puedes abandonarla así como así y menos sin tener en cuenta a las personas que te importan. Si algo he comprobado y aprendido los últimos meses es que los orientadores personales de formación no reglada, es que te incitan a ser terriblemente egoísta. Pero hasta con uno mismo, pues no te puedes permitir ser sensible o dependiente de tus seres queridos).
  • El autoanálisis constante. No sé puede vivir con la mirada localizada hacia el interior de nuestra mente. La materia intrapsicológica es tan sumamente compleja que por el simple hecho de escribir un diario o preguntarnos cómo nos sentimos no solo es inútil sino que puede ser contraproducente. No puedes analizarte porque te conoces demasiado bien y eso te impedirá tener objetividad. Y si crees que no te conoces es porque estás en una pequeña crisis existencialista (tranquilidad, a todos nos ocurre. Yo estoy en medio de una) que te hace mentirte. Te conoces bien, muy bien. No hace falta que te autoanalices. No tiene tanta importancia. No es necesario que te controles.
  • La meditación. Van más de dos meses intentándolo y no me sirve. En este punto quiero decir que sí a ti sí, es porque favorece la desactivación, pero nada más. Y eso a mí no me vale, me dijeron que encontraría la calma emocional y eso no es cierto. Lo único que alcanzo es la relajación que ya practico cuando me desactivo como te enseñé en esta entrada. Así que a la porra intentar mejorar en algo que no me aporta nada.

Seguro que a lo largo del verano encuentro más acciones que eliminar de mi vida para deja de obsesionarme por estar bien, dejar de obsesionarme por estar tranquila y en paz. Todo esto está empezando a agobiarme sobre manera. 


Por ejemplo, este blog y su (mi) desorientación habitual. No sé en qué acabará la aventura. No sé si seguiré con un blog personal o sobre escritura. No sé si será la edad o los cambios estacionales. Tal vez que el verano sea la estación en la que mi alma suele agonizar. Hay cosas que van a cambiar para siempre y este blog, esta también en mi lista.


Redes sociales y promoción de escritores

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Soy un bicho raro. Sí. Tengo que confesarme. Soy de las que piensa que las redes sociales son más inútiles que un coche sin motor y me siento muy incomprendida, rollo Calimero. Resulta que el mundo piensa que son una herramienta de la hostia para promocionar tus productos, servicios o imagen. 

Por eso estoy empeñadísima en darles la oportunidad que una herramienta así merecería e intento mantenerme más o menos activa en las que puedo. Sabéis que para mí facebook fue un fracaso. Fueron más de tres años intentando hacerme hueco en un lugar inhóspito donde acabé por convertirme en una cotilla de cuidado. Una cotilla sepultada. Una cotilla que dio lugar a las cenizas solo rescatadas por aquellos que aún me siguen por el blog.

Entonces llegó twitter. Me empeño en usarlo, leer cosas que me interesan, compartir artículos que considero de interés... Y me doy cuenta de que lo que la gente come, hace, compra, piensa, siente o caga también está impregnando esta red social (yo entre ellos, por supuesto, si hay que sumarse a la causa se hace del todo). Tanta foto empieza a hacerme sentir en Instagram, una red social basada en la más pura imagen, en la que jamás me daría de alta por muchos filtros ultra-súper-mega-powerful que tenga. 

Ayer escuché un podcast de Ana Nieto Churruca en el que entrevistaba a Vilma Nuñez. Vilma es una experta del marketing online a la que sigo y de cuya web extraigo, sin piedad, recursos gratuitos que analizo, nunca uso y normalmente borro (¿para qué engañarte/me?). Según ella Instagram es la leche para los autores, porque solo tienes que usar los hashtag de tendencia para colarte y que te empiecen a seguir. Dice que a la gente, lo que realmente le gusta, es saber qué haces, qué comes y dónde vas de vacaciones. 

Aquí es dónde yo me pregunto, ¿son esos los lectores potenciales de mi libro? ¿son ellos los que me van a comprar la novela? O, por el contrario, ¿serán aquellos que me encuentren en la búsqueda de novelas sobre Cuentos de Hadas o Brujas los que inviertan más de 10€ en mi historia? Ella dice que solo tenemos que compartir lo mejor de nosotros mismos, que tenemos que enamorar, que tenemos que engatusar a la gente, caerle bien... 

No sé, no sé. El postureo, a fin de cuentas, no es más que lo que veníamos haciendo sin redes sociales, pero es cierto que estas lo potencian hasta un punto en el que hasta yo misma me pueda acabar creyendo lo súper-chachi que es mi vida bajo el filtro Valencia. Un buen día, aquel en el que una tormenta se cargue los dispositivos de wifi, sentiré que el mundo se me viene encima porque mis pies sobre la arena, en realidad, no son tan hermosos. Son normales. Y eso no le gusta a nadie. 

No lo veo. No veo el beneficio de compartirme. No sé si quiero seguir compartiéndome. No sé si quiero estar tan expuesta y que todo el mundo pueda saber dónde estoy o qué hago en un par de clics.


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Me gusta este rinconcito, los que llegáis a él de casualidad (por una búsqueda en google que os trajo aquí, un comentario mío en otro blog o simple recomendación), me siento cómoda y desde luego aquí nadie puede sepultarme. Es mi reino. Un reino en el que recibo visitas de otros regentes. Algunos de ellos solo se pasan a leer, otros son compañeros de otros reinos que yo también visito y disfruto. 

Y si compro libros de autores noveles es porque he conocido su arte en su blog, me han encandilado sus letras o me han atrapado las emociones que transmite, no por lo hermosos que salgan sus pies en las fotos.

 ¿Has intentando promocionarte a través de las redes sociales? ¿Has conseguido resultados en alguna de ellas? ¿En cuál? 
Disculpa que me haya vuelto tan preguntona, pero me muero de curiosidad por conocer tu experiencia.