¡Salpicados! Capítulo 22


Capítulo 22
En toda su vida había estado tan nerviosa.  Sabía que la entrevista había ido estupendamente  y que, aunque su curriculum no fuese perfecto, la recomendación de la profesora de Melisa sería suficiente. Pero para cubrir la plaza de maestra en educación infantil, había muchas otras candidatas, algunas de ellas de edad superior que probablemente tuvieran una experiencia con niños  mucho más  valiosa que una estúpida ludoteca.
No dejó de repasar mentalmente los detalles de la selección de personal:  "Gracias  por tenernos en cuenta, Ciara", "Valoraremos tu propuesta,  Ciara", "Te  llamaremos a lo largo de la semana, Ciara". Pero ya era viernes, a punto de alcanzar las seis de la tarde, y mientras Melisa y ella esperaban por Gabriel, la  decepción consigo misma se  iba instalando ta adentro de su pecho que ni siquiera era capaz de sonreír a su niña  favorita  por compromiso.
-¿Qué pasa,  doña  perfecta?
-Si fuera una "doña perfecta" tendría un trabajo decente  con el que sobrevivir, ¿no crees? -le respondió a Laura con una amarga sonrisa.
Melisa descendió del tobogán a toda prisa para lanzarse sobre Jairo, portador de una enorme  bolsa de gusanitos con aroma de mantequilla, al tiempo que las chicas ocupaban un banco. Ciara estaba tan preocupada que permitió a Laura encargarse de regañar a los niños cuando se acercaron a  la fuente, palabras mal sonantes incluidas.
-Dijeron que te llamarían, no que la  llamada  significase algo bueno -intentó consolarla su amiga-. Tal  vez  estén llamando a las  otras y dejen a la candidata  elegida para el final del día.
-Ojalá tuvieras razón -dijo robándole un puñado de gusanitos-. ¡Mel, aléjate de agua ya! ¡No te lo repito! -gritó a la niña que intentaba rellenar una pistola de agua improvisada con la bolsa de chucherías.
-¿Sabes? Desde que gritas como una madre cualquiera me caes mucho mejor. 
Las dos se echaron a  reír preguntándose cuánto tardaría en empezar a usar  las  octavas  que solo madres como Laura, o la propia abuela de  Melisa,  eran capaces de  alcanzar. En el pasado, Ciara estaba convencida de que jamás actuaría de ese modo, pero ahora concluía que se trataba de una simple relación entre el desgaste y los vaivenes emocionales de una vida cualquiera. 
-¿Se puede saber qué es tan gracioso?
-Hola, cielo -dijo Ciara intercambiando un beso rápido ante Laura.
-¿Sabemos algo...? -Ciara  negó con la cabeza y,  por la expresión de su rostro, Gabriel supo que no debía añadir   nada  más-. Voy a saludar a los niños.
Desde el  banco, a  través de  los escasos metros que les separaban, las chicas observaron como Melisa y Jairo le recibían echándole agua con sus nuevas pistolas. Gabriel comenzó a perseguirles, fingiendo estar horriblemente enfadado, pero fue él quién terminó en el césped en medio de un ataque de cosquillas a  cuatro manos.
-Mira  eso -le  dijo Laura-, eres una tía afortunada. Deja de joderte los sesos con lo del curro. Otra cosa saldrá. Es solo cuestión de tiempo -Ciara frunció los labios al ver sus ojos aguados. Claro que era afortunada, formaba parte de una familia que la hacía sonreír cada mañana y era normal que Laura envidiara eso-. ¡Qué les jodan a esos pijos rodeados de  monjas!
-Estoy de acuerdo. -Levantó un gusanito y Laura brindó con otro en la  mano-. Las cosas pronto irán a mejor. Para ti también.  La buena gente como tú lo merece.
Justo entonces, y después  de brindar por ello, el teléfono de Ciara comenzó a sonar. No se sintió capaz de desbloquearlo al primer tono,  aunque tenía el dedo sobre la zona verde de la pantalla. Aquel número oculto podría significarlo todo y no estaba segura de ser capaz ni de tragar la masa de maíz y aceite con aroma a mantequilla que corría por su gadnate. Gabriel se acercó a ellas cuidadosamente y le robó el teléfono de las  manos. Activó el manos libres para que Ciara se viese obligada a contestar a tiempo.
-¿Sí? -dijo ella con un ligero temblor en la voz.
-Hola, Ciara. Soy Eloisa López.
-Ah,  sí -dijo agarrando de nuevo su teléfono. Falsa  alarma,  solo se trataba de su ginecóloga.
-No te robo mucho tiempo,  solo quería que supieras que los resultados han sido positivos.  
Desactivó el manos libres y se levantó del banco,  a nadie más  que a ella le interesaban los resultados de su última exploración.  Tras el cáncer de su hermana,  no le parecía descabellado pasar por un análisis ginecológico cada seis meses y esa  mención a "resultados positivos" acababa de alarmarla.
-¿Qué quieres decir con positivos?
-Espera, no... -Se escuchó el trasteo de papales y carpetas al  otro lado del teléfono-. En tu ficha no pone...  ¿Es qué no viniste por esto?
-Fui a lo habitual, Elosia, a descartar problemas.
-Bueno, depende para  quién esto puede ser  un problema.  Estás embarazada, Ciara.
Sintió como la sangre que antes estaba tan alterada caía, atraída por la gravedad, hasta sus pies. Fue incapaz de responder antes de que su ginecóloga le  recomendase pasarse por su consulta para hacer el seguimiento. Se quedó tan pálida que Gabriel,  asustado, acudió en su busca mientras Laura agarraba el móvil por miedo de que se  le  cayese al suelo.
-Pero, ¿qué ha pasado? -le dijo su amiga.
-Estoy...  Estoy... -Ciara  miró a su alrededor.  Primero a los niños que ocupaban el castillo lleno de pruebas a su destreza psicomotriz,  después al sube y baja que les  ayudaba a acostumbrase a las alturas y los cambios, y por último a esos dos pequeñajos que corrían hacia ellos presos de la felicidad de una tarde de viernes en el parque-. Yo...  Nosotros... -Miró a Gabriel y sin saber por qué su mano fue a parar automáticamente sobre su vientre-. Gabriel, estoy embarazada.
Finalmente, los niños les alcanzaron tras la noticia, dándole  el toque final con un buen chorro de agua salido de sus pistolas  inventadas.
-¡Salpicados! -gritó Melisa antes irse corriendo de nuevo junto a su amigo.



¡Salpicados! Capítulo 21


Capítulo 21

Hacía mucho tiempo que no había una mujer en su cama, incluyendo a Verónica, pero la melena rizada de Ciara quedaba tan bien ahí que su presencia se le hacía tan natural como las propias sábanas.
-Buenos días.
-Buenos días -Gabriel se echó sobre ella cubriéndola a besos. Ya no había vergüenza, era imposible después de haber compartido esa  noche-. ¿Qué tal has dormido?
Ciara  se dejó besar, era agradable que él llevase las riendas por primera vez. Le observó mientras se levantaba desnudo y se ponía algo encima anunciando un desayuno tardío en la cama. Disfrutaba viéndole así,  con su renovada seguridad.
-Nada de desayunos tardíos -le dijo ella-. Quedamos para ir a comer con tu madre y Melisa, ¿recuerdas? La enana estará deseando verte.
Estaba bien que Ciara estuviese pendiente de su hija,  pero a Gabriel le habría encantado que le rogase cancelar  la  cita. ¿Era  tanto pedir una noche más? ¿Un fin de semana completo a solas?
-Es cierto -murmuró- ¿Crees  que deberíamos  decirles...?
-¿Qué te acosé en la bañera y que tuvimos un sexo increíble? -bromeó-. No, no creo que debieras.
-¿Increíble?
Ella sonrió al verle ruborizarse.  Aún tenía que madurar,  pero no dejaba de ser un hombre y a la mayoría de ellos les encantaba conocer los detalles de haber dado la  talla.
-Sí, Gabriel -dijo ella gateando por  la  cama hasta alcanzarle-.  Lo de anoche fue increíble, pero -le agarró por  la cintura del pantalón y lo acercó a ella- para ganarte una buena nota tendrás que demostrarme que no era la suerte del principiante.

La comida en casa de Cándida  no pudo ser  más normal y, a  pesar de las miradas de las que solo ellos eran partícipes, Melisa había sido el centro de  atención como era habitual. Tomaron la  decisión de no contarle a nadie lo ocurrido, ni siquiera a Laura. Por el bien de Melisa, no tenía sentido alertar al mundo de una relación que siquiera acababa de empezar; pensaban tomarse  las cosas con calma. Sin embargo, mantener su decisión con el paso de  los días fue haciéndose algo mucho más complicado. Cada  vez que se estaban cerca, ninguno de los dos podía controlar la necesidad de tocarse, de besarse....
Exprimían los horarios escolares al máximo y en las horas de sueño de Melisa, Ciara se escabullía a la cama de Gabriel sigilosamente. Se sintió de nuevo como una adolescente en el internado, besuqueándose a escondidas, susurrando prematuras palabras de amor y ahogando gemidos en la oscuridad. Era cuestión de tiempo que Melisa les sorprendiera abrazados en el salón dos semana después.
-¡Mel,  deberías estar  durmiendo! Mañana hay cole -le  regañó su padre.
-Es que tenía una pesadilla,  ¿tú también tenías una pesadilla, Ciara?
Ciara se apartó de su padre haciéndole un sitio en el sofá, golpeó dos veces el espacio que quedaba entre ellos y Melisa lo ocupó de un salto y una sonrisa. Allí estaba pasando algo muy interesante y, no solo le iba a permitir irse más tarde a la cama, sino que iban a compartirlo con ella.
-Cariño, tenemos que decirte algo -empezó-. Tu padre y yo...
Los enormes ojos castaños de Melisa, casi idénticos a los de Gabriel, le robaron toda la seguridad en sí misma. Tenía planeado algo parecido a un discurso para cuando llegase este día, pero esta niña estaba consiguiendo intimidarla mucho más que los catedráticos ante los que tuvo que defender su tesis.
Gabriel, consciente de que Ciara sería incapaz de continuar, le agarró de la mano y asintió con la cabeza. él tomaría el testigo, después de todo Melisa era su hija, era su responsabilidad decírselo.
-Verás, Mel. Ciara y yo... -La niña giró la cabeza para mirar a su padre y en ese mismo instante Gabriel olvidó cómo articular las siguientes palabras. Ciara le devolvió el apretón de manos.
-¿Ciara y tu, qué? -insistió Melisa. Observó las manos unidas de ambos y dejó escapar un suspiro-. Si me vais a contar que os dais besos, ya os lo podéis ir ahorrando.
-¡¿Cómo?! -exclamó Gabriel mientras Ciara rompía a reír-. ¿Cómo sabes tú eso?
-El otro día, cuando Ciara se estaba lavando los dientes te vi entrar en el baño y darle un abrazo. Y luego le diste un beso en la boca aunque tuviera espuma -dijo poniendo cara de asco-. Ese día fui con Jairo y su madre al cole y se lo conté -Ciara y Gabriel intercambiaron una mirada de pánico al pensar en Laura-. Y Jairo, que es un poco tonto, decía que seguramente Ciara estaba mala y que tú solo la estabas ayudando... Pero Laura me dijo que solo es porque os queréis mucho, pero yo ya sabía que los mayores que se quieren con amor se besan en los labios. ¿Tú quieres a Ciara con amor, papi?
-Sí -respondió rápidamente-, la quiero con mucho amor.
-¡Ah, menos mal! Porque la profe de reli dice que solo hay que besarse cuando se está casado y cuando le conté que vosotros no estáis casados y que os dais besos me dijo que no es pecado si os quereis con amor.
Gabriel carraspeó la garganta al imaginarse a su hija contando sus intimidades por cada esquina de la escuela.
-¿A cuánta gente le has contado lo que viste, Melisa? -le preguntó Ciara acariciándole el cabello con dulzura.
-Laura me dijo que no se lo chivase a nadie más, que ya lo contaríais vosotros cuando os apeteciera. -El consejo de su amiga, hizo que ambos suspirasen aliviados-. Así que solo se lo dije a ellos, en mi clase de reli y a mis cinco mejores amigas del cole.
-Bueno, a estas alturas lo sabrá todo el barrio -murmuró su padre.
-A mis amigas TENÍA que contárselo -se excusó-. El padre de Lore tiene novia y ella siempre está presumiendo de que su segunda mami es muy guapa. Pues la mía lo es más y además es más lista.
Ciara no pudo evitar sentirse halagada y le dio un beso en la coronilla. Desde luego, a guapa y lista, nadie superaba a Melisa.
-¡Ah! -exclamó la niña-. Y también se lo dije a güelita.
Instantáneamente, Gabriel se quedó pálido. Cándida nunca le perdonaría que no hubiera compartido esa información tan vital con ella. A Ciara, sin embargo, se le escapó una carcajada.