Propósitos 2014

Parece que fue ayer cuando escribí la primera entrada de 2012, pero sigo con la misma actitud. A finales de ese año me fui a Inglaterra y regresé para el 2013 con una visión muy diferente del mundo que nos rodea. Sé que no estuve bastante tiempo como para adaptarme a la vida en otro país, pero creo que si así hubiera sido mi aprendizaje no habría sido el mismo. Regresé en la fase de choque, de incongruencia cognitiva -como se dice en psicología- antes de haber asimilado la realidad, y creo que es precisamente eso -el no haberme amoldado a nada ni a nadie- lo que me hizo volver como alguien distinto.

Este 2013 me ha cambiado (¿y qué año no lo consigue?), a pesar de haber estado predominado por un sin fin de emociones ambivalentes: Conseguí mi primer empleo como psicóloga (10 meses después de terminar la carrera, no está mal en los tiempos que corren), y tan bien me fue que repetí sustituyendo a alguien con plaza fija; publiqué mi segunda novela Entre Cuentos de Hadas, con Ediciones Babylon y, aunque sigo luchando contra ellos, ha sido un año de superación de miedos e inseguridades que se esconden en lo más profundo y oscuro de mí. Pero no todo ha sido coser y cantar, lo conseguido fue fruto de un trabajo muy duro que de no haberme ido a Inglaterra y odiar de tal forma su estilo de vida, sé que no habría ocurrido. Sin más. Así de simple lo digo y así de a gusto me quedo.

No sé qué me depara este 2014, pero yo entro en el con la agenda llena de planes y proyectos. Con ganas de comerme el mundo, como cada enero, y con ganas de seguir compartiéndolo con todos vosotros. 
Una nueva oportunidad de hacer realidad nuestros sueños, nuestros propósitos, ¿estáis preparados? 

¡¡FELIZ AÑO NUEVO!! 

¡Salpicados! Capítulo 12





Capítulo 12

—¿Ya está? —le preguntó Ciara apurado su refresco.
—Por fin se ha quedado dormida. —Gabriel fingió quitarse el sudor de la frente antes de lanzar un suspiro.
—Melisa es una niña maravillosa, tienes mucha suerte de tenerla en tu vida. Es despierta, sociable y muy curiosa. No sabes cuánto vas a aprender con ella.
Se acomodó en el sofá, dejándole hueco a Gabriel dónde antes había estado su hija. La niña había estado pegada a ella para así compartir palomitas y un millón de confidencias en el transcurso de la película.
—Sí… Pero el trabajo de padre a veces es agotador. Es demasiado para una sola persona.
—¡Pero tendrás cara! —dijo dándole un empujón—. Si tu madre te ayuda en todo lo que puede. Sé de primera mano quién se encarga de la plancha y quién rellena esos tupperware que hay en la nevera.
Gabriel rió, echándose hacia atrás completamente rendido.
—Aún así… Ojalá hubiese una persona que estuviera por Melisa como yo lo hago.
—Echas de menos a su madre —Ciara se revolvió algo incómoda.
—¡¿Qué?! No, no. No me refería a eso —dijo enseguida—. Tampoco es que Verónica me quitase mucho trabajo con la niña. Lo que quiero decir es que… Esto es tremendo… —Hizo un esfuerzo por expresarse mejor—. ¿Sabes lo que es que tu primer pensamiento y el último del día sean para una persona tan pequeñita como ella? Me levanto para darle el desayuno, prepararla para el cole, llevarla, traerla, hacer los deberes, hacer que se entretenga, intentar que no deje en el plato la comida que a mí me cuesta tanto traer a casa…
—Enhorabuena por entrar en el mundo de las madres modernas. —Ciara dejó su refresco sobre la mesa—. Eso es la paternidad, Gabriel.
—Sí, pero no debería ser lo único —añadió—. A veces, al despertar, me digo: “Esto es lo que hay” y me lo creo. Yo fui quién dejó embarazada a Verónica y yo fui quién decidió seguir adelante con ello. Acepto lo que me toca. —Sabía que Ciara no iba a poder entenderlo, pero aún así tenía que intentarlo—. Pero hay días que no lo llevo igual de bien. Siento que he perdido mi vida y que no me lo merezco. No es justo que tenga que cargar con tantas responsabilidades cuando la gente normal de mi edad sale por ahí, disfruta de la vida y se permite divertirse como lo hicimos tú y yo anoche.
—No es oro todo lo que reluce, querido Gaby —le interrumpió Ciara—. La vida de veinteañero que se vende no es lo que parece. Cualquier realidad puede ser decepcionante dependiendo del punto de vista del que se mire.
Gabriel soltó unas carcajadas.
—Desde luego, no pudieron elegir mejor encargada para ese bar tan depresivo.
—Te enamoraste locamente de una mujer y, aunque no saliera como esperabas, no puedes negar que la niña que duerme en la habitación de al lado no fue un simple error —dijo pasando por alto su ataque—. Melisa ya tiene seis años, está sana, es inteligente y preciosa. La vida te ha dado el mejor regalo que podría darte, así que hazte un favor a ti mismo y deja de compadecerte.
—No me compadezco, es solo que me gustaría ser algo más que un padre en esta vida. Me gustaría despreocuparme de vez en cuando, salir por ahí…
—¿Para qué quieres salir “por ahí”? Lo que hicimos ayer fue divertido y a ti te lo pareció aún más porque llevabas tiempo sin hacerlo. Pero cuando sales “por ahí” siempre acabas haciendo lo mismo. —Su tono de voz sonaba más brusco de lo habitual, pero estaba empezando a enfadarse. Entendía que Gabriel tenía un punto de vista distinto al suyo y que podía echar de menos ciertas cosas perdidas de su juventud, pero un hijo estaba por encima de todas esas cosas. Como había dicho, él había tomado esa decisión y, por Dios Santo, la vida que se había perdido no era para tanto—. ¿Qué crees que vas a e encontrar saliendo “por ahí” que haga mejor tu vida?
—Desde luego, nada que mi madre no pueda encontrarse en un supermercado. —Aquello consiguió que Ciara se relajase—. No te enfades conmigo, Ciara. Soy muy consciente de la suerte que tengo por tener una hija como ella. Pero es que soy un debilucho al que le gusta quejarse, ya me irás conociendo… Si quieres, claro.
Ciara le sonrió ligeramente.

—Sí que quiero —confesó—. Pero no vuelvas a plantearte cómo habría sido la vida sin Melisa. No soporto a la gente que no deja de plantearse los típicos “y si…”. ¿Y si yo no me hubiese enamorado de mi profesor? Que no sería quién soy ahora —añadió—. Esta es la única realidad que existe, y todos deberíamos respetarnos a nosotros mismos aceptando las decisiones que hicimos en el pasado.

Tú escribes: Sandra C. Gallegos


"Soy de esos escritores que siguen impulsos, que se sientan a escribir cuando la inspiración aparece de esa manera tan repentina que te arranca del mundo real y te sumerge de lleno en la trama".





He decidido comenzar con esta respuesta, que me ofrece Sandra al preguntarle por su método de escritura, porque me parece la forma perfecta de resumir el sistema que en ocasiones seguimos muchos escritores. Se podría decir más alto, pero no más claro y a mí no se me ocurriría mejor expresión que "arrancarte del mundo real" para describir ese  qué-se-yo que a veces nos hace lanzarnos sobre las teclas.

Sandra C. Gallegos (1991) es una escritora nata. Lleva creando historias desde la tierna edad de los ocho años y su primera novela, Magia Medieval, se publicó cuando contaba con 16 años de edad (y que por desgracia actualmente no está disponible, pero que se encuentra en proceso de re-escritura). Desde entonces, no ha dejado de escribir ni si quiera por una temporada, pues ya son cuatro novelas las que lleva a su espalda.




¿Qué fue lo que te motivó a crear Días sin Fin?

"Un videoclip. Puede sonar extraño, pero toda la historia se formó en mi cabeza a raíz de un videoclip de mi grupo favorito, Estopa. La canción se llama Cuando amanece y es muy apropiada para la parte romántica de la novela, mientras que el videoclip es, en sí, lo que originó la trama policíaca de la misma".



Días sin Fin, su segunda publicación por Ediciones Javisa23, es mi actual lectura y basándome en ella como primer contacto con la obra de Sandra, voy a intentar acercaros un poco su estilo:

Sandra posee una pluma ágil,  sus letras en esta novela describen un sin fin de acciones bien hiladas que a veces son capaces de dejarte sin aliento. Es bien cierto que la historia, con su argumento policíaco, lo requiere, pero a mí me da la impresión de que en líneas generales es una autora inquieta. Pero, y me dirijo ahora a los amantes de las situaciones narradas al detalle, quiero dejar claro que a pesar de la rapidez en la que suceden los acontecimientos, el argumento no desmerece. La  descripciones y el simple hecho de situar al lector convirtiéndole en un espectador capaz de ver y analizar el escenario, son detalles que se notan muy trabajados. Para mí es algo que deja claro que aunque ella se describa como una autora que se deja llevar por la inspiración, detrás (o después, mejor dicho) de ese escrito que sale sin más, hay mucho tiempo de trabajo, corrección, y reelaboración de ideas.


Cuentas con cuatro novelas a tus espaldas, pero en este blog somos muy curiosos y queremos saber más ¿Podrías adelantarnos algo sobre futuros proyectos?
Me temo que ni yo misma sé qué será lo próximo que escriba, jajaja. Aún estoy, digamos, con la “resaca” de mi última novela, pues apenas hace un mes que la concluí y estoy procurando avanzar algo con la corrección de Magia medieval. Pero sí que tengo ahí un par de proyectos que inicié hace tiempo, pero que dejé aparcados porque aún no era el momento de ponerme con ellos. Quizá, sólo quizá, ese momento ya haya llegado.




Pero, como ya mencioné, Días Sin Fin no es su única obra publicada. También ha participado en una antología de relatos El escritor junto a otros autores que ha sido publicada por la misma editorial. Además en Amazon ya está disponible Trece, un compendio de trece relatos de su autoría llenos de amor, odio, magia... Esta última está disponible en ebook por tan solo 0,89 por lo que si tenéis ganas de probar algo de esta autora ya no tan novel, no hay excusas.




Pronto tendréis por aquí mi reseña de Días Sin Fin, pero hasta entonces no puedo dejar de recomendaros que visitéis su blog de literatura, Música y Libros, y que no os perdáis su blog de escritora, el lugar idóneo para enterarnos de sus pequeños o grandes pasos en este mundo lleno de letras que tanto nos une.

¡Salpicados! Capítulo 11







Capítulo 11

Al ver la expresión de un Gabriel casi avergonzado, sintió la necesidad de intervenir de una forma más natural. Desde luego este chico se había quedado estancado en la más pura adolescencia, miraba a la niña como si fuese una madre que le acaba de pillar fumando marihuana.
—Tú debes de ser Melisa —le dijo a la niña agachándose hasta estar a su altura. A los niños les gustaba que les mirasen a los ojos—. Yo soy Ciara.
—Hola —dijo la niña algo seca sin soltar la mano de su padre—. ¿Por qué sabes mi nombre?
Ciara miró a Gabriel, pero este no parecía capaz de intervenir de algún modo.
—Conocí a tu abuela Cándida en el súper y me convenció para que contratase a tu padre para arreglarme el grifo de casa —le explicó—. Y menos mal, no te imaginas el lío que tenía montado hasta que él me ayudó. Estaba apunto de comprarme unas gafas de bucear para ver la tele.
A Melisa se le escapó la risa y eso consiguió que Gabriel se relajase un poco. De nuevo, Ciara le miró, pero seguía sin ser el momento de dirigirse a él.
—¿Por qué veníais con tanta prisa? —preguntó Ciara.
—Porque papá es un tardón y habla con todo el mundo —dijo resabiada—. Y si no cogemos una película ya no nos dará tiempo a verla antes del baño y la cena. Y mañana hay cole…
—Entiendo. ¿Ya sabes que película quieres?
—Una de princesas sosas, no —dijo por fin Gabriel sacándole una sonrisa a Ciara.
—Tiene que ser de una chica, con el pelo largo y de color claro como el mío —le dijo Melisa—. Pero tiene que saber luchar, hacer volteretas y esas cosas.
—Sé perfectamente qué película estáis buscando. —Ciara echó andar hacia el estante infantil y cogió Enredados de entre todas las opciones—. ¿La has visto ya?
Melisa la tomó entre sus manos, soltándose de su padre al fin, y observó la carátula alucinada. Si era como prometía la parte de atrás, era la película perfecta. Pero se preguntaba porqué no la había visto aún.
—Pues no… ¿Podemos esta, papi? ¿Podemos? ¿Podemos?
—Claro, tú eliges.
—Bien.
De pronto, Melisa se olvidó de lo mucho que había echado de menos a su padre y se fue dando saltos hacia la zona de kiosko con la película entre las manos.
—Ahora toca el avituallamiento —le dijo Gabriel a Ciara.
—¿Cuántas cojo de palomitas? —le gritó la niña—. ¿Tres? ¿Cuatro?
Gabriel echó a andar hacia allí de inmediato. ¿Cuatro paquetes? ¿Pero en qué estaba pensando esa niña? Iba a dejarle como un mal padre delante de esa chica tan impresionante que si le había llamado la atención probablemente fuese por lo contrario.
—Con una basta, que luego hay que cenar.
—¿Solo una? —Melisa salió de los estantes con los brazos en jarras—. Pero si tú zampas como un elefante, y hoy somos tres.
Ciara no pudo evitar que se le escapase la risa cuando Gabriel se giró hacia ella y encogió los hombros mientras repetía “somos tres” a modo de invitación.

Cargado con las bolsas llenas de chuches y su hija en la otra mano, Gabriel se enfrentó a uno de sus mayores temores desconocido hasta entonces. Ciara le gustaba mucho y tenía ganas de estar con ella, pero esto le estaba poniendo demasiado nervioso.
Por su parte, Melisa no soltó de la mano de su padre en todo el trayecto. No tuvo problemas a la hora de hablar con Ciara, y eso que sospechaba que era esa “amiga de papá” que se lo robaba de vez en cuando, pero parecía simpática y llevaba las uñas pintadas de rojo, su color favorito.
—Mel, si no me sueltas no voy a poder abrir la puerta —le dijo intentando ser lo más suave posible. Como Ciara le había susurrado, era la primera vez que la niña se enfrentaba a algo parecido y debía tener paciencia.
—Ya abro yo. —Más resuelta de lo que pensaban, Melisa sacó las llaves del pantalón de su padre y le dio dos giros a la cerradura—. Ya verás mi habitación, Ciara. Tengo un montón de caballos y dos barbies. También tengo dos espadas con escudos, pero uno está roto así que no podremos jugar… —Agarró la mano de Ciara y esta intercambió una rápida mirada con Gabriel dejándose arrastrar por la niña—. Papá, tú ve haciendo las palomitas. ¡Y no las quemes!

Estrenando blog en las vísperas

Hay dos razones  para que lleve dos semanas publicando menos y algo desaparecida de vuestros blogs. La primera es que esta tarde es la presentación de Entre Cuentos de Hadas,   en la que espero veros a todos los que podáis asistir, (no estoy nervios, no estoy nerviosa...) y los preparativos me han llevado más de la cuenta. Y la segunda ha sido el blog de Eterno Retorno.

Quiero hacer las  cosas bien y por eso habéis tenido que esperar más  de la cuenta. La  idea era lanzarlo en 2014, pero me pareció buena idea terminar el año con este nuevo proyecto. Así que, aunque la  actividad se inicie en enero, ¿por qué no lo vais visitando para que nos vayamos conociendo?

http://blog.eternoretorno-ed.com/


Después de  muchas vueltas por plantillas profesionales, me  he decidido por una simple  para poder retocar el diseño desde 0.  Me siento muy cómoda con él,  es fácil de gestionar y creo que está  todo muy accesible. Las secciones que ahora ponen "Próximamente" se irán rellenando poco a poco, pero las redes sociales, comentarios y demás están activos. 


Vuestra opinión nos interesa mucho así que ahora toca mojarse, ¿cómo veis el resultado? Se aceptan críticas y consejos.

¡Salpicados! Capítulo 10



Capítulo 10

Hacía al menos cuatro años desde la última vez que Gabriel pisó la calle a esas horas. Después de una copiosa cena en “El Rey de la Parrilla”, Ciara le había insistido en tomar una copa por la zona de moda esa temporada. Le insistió en que probase uno de esos cócteles que siempre salían en series pijas y, sorprendentemente, resultó no estar tan mal. Después de la segunda copa, fue él quién insistió en ir a por la tercera en un bar completamente distinto donde se encontraron con una pareja, amigos de Ciara. Tras una cerveza más, resistirse a una batalla de parejas al billar fue muy complicado. No sabía negarse a un reto. Y menos cuando se trataba de ganar a un par de chicas demasiado listas. Y menos cuando era una tercera cita con Ciara lo que se estaba jugando.
—Si ganamos antes de tiempo, lo más probable —dijo dedicándole una sonrisa a su compañero en esto último—, me invitas a la última copa en tu casa.
Ciara intercambió una mirada cómplice con su amiga antes de responder.
—Me parece bien.
Gabriel sonrió con ganas. No podía estarle más agradecido a su madre por haberse ocupado de Melisa, este año se esforzaría mucho más el primer domingo de mayo.
Por desgracia, las primeras tiradas no estaban saliendo cómo imaginaba. Perdió la oportunidad de terminar la noche con Ciara y lo único que recibió al despedirse fue un beso en la mejilla. Pero sí que consiguió esa tercera cita. Aunque nunca sabría si había sido por su gran habilidad o porque las chicas se habían dejado, en cualquier caso, él salía ganando.

Al día siguiente, cuando sonó el despertador, se arrepintió al instante de esas últimas cervezas. La ducha no alivió su dolor de cabeza ni la mitad de lo que pensaba, y al imaginar lo que le esperaba al recoger a Melisa no lo hacía más fácil. Seguro que si le pedía a su madre un par de horas más, esta se las daría encantada, pero no quería abusar de ella y hacer que se perdiera su domingo de bingo en el centro social, era el día más esperado de la semana para Cándida. Así que se puso la cazadora de entre tiempo que su hija le había elegido entre la enorme variedad del hipermercado y salió en su busca.
—¿Dónde estuviste ayer? —quiso saber la niña en su paseo de regreso a casa—. No tuviste que trabajar de noche, ¿no?
Como Ciara le había explicado, su niña era una chica muy lista y su segunda pregunta estaba bloqueando una posible mentira piadosa. Además, estaba convencido de que su madre ya le habría hablado de “la amiga de papá” como le gustaba apodar a Ciara. Aquella niñata de seis años le estaba tanteando.
—Estuve con unos amigos. Cenamos fuera y jugamos al billar. —Melissa puso mala cara y él sintió la necesidad de justificarse—. A ti te gusta ver a tus amigos en el parque, ¿verdad? Pues saliendo a cenar o a tomar algo es como los mayores se relacionan con sus amigos.
—Me estás mintiendo. Tu te fuiste solo con tu amiga —intentó corregirle. La velocidad comunicativa de Cándida quedaba confirmada.
—Sí, salí solo con mi amiga Ciara, pero luego estuvimos con Jorge y Anabel.
Respondió dando los nombres porque sabía lo mucho que le gustaban los detalles. Mientras la niña fruncía el ceño no pudo evitar imaginarse lo engranajes de su cabeza, girando a toda prisa y fabricando un retrato robot de los culpables. Esos “amigos” que le habían robado a su papi la noche del sábado.
—¿Lo pasaste bien?
—Sí, claro. —No había porqué mentirle, lo había pasado muy bien y no la había echado de menos ni un segundo porque sabía que estaba sana y salva. Pero él necesitaba recuperar esa otra parte de su vida en la que no todo eran responsabilidades. Claro que esto último no había porqué comentárselo—. ¿Qué te parece si vamos al vídeo club a por una película?
—¡Sí! —dijo la niña cambiando de expresión completamente.
—Pillamos La Bella Durmiente, unas palomitas para el microondas y listo.
Melisa le dio un empujón ofendida por esa oferta y Gabriel fingió perder el equilibrio hasta casi rozar el suelo. La niña estalló en risas y él disfrutó de cada uno de los sonidos que componían sus carcajadas.
—¿Qué pasa, Mel? ¿No te gustan las princesas que duermen y visten de rosa?
—No, yo quiero una peli de una chica que monte a caballo y sepa hacer volteretas —le explicó—. Y además de las palomitas me debes unas cuántas chocolatinas por no haberme llevado a cenar y a divertirme con tus amigos.
—Hecho.
Gabriel extendió el dedo meñique y su hija lo estrechó cerrando el trato. Después de ese plan, Melisa se olvidaría por completo de que le había obligado a pasar la noche de sábado con su abuela. No es que a la niña no le gustase su abuela, es que los sábados por la noche su abuela veía programas de cotilleo para tener algo de qué hablar en el bingo y ella se aburría. Y el aburrimiento era lo peor que se le podía hacer a una niña como ella.
Caminaron cogidos del meñique hasta la misma puerta del vídeo club dónde Melisa echó a correr hacia la estantería de carátulas más coloridas. Gabriel saludó al dependiente y dueño, un viejo conocido del instituto, y charló con él unos minutos. La niña era capaz de tirarse media hora para elegir una sola película.
—Vamos, papá —Melisa fue hasta el mostrador para cogerle de la mano y arrastrarle con ella. Hoy no se iba a librar de esa media hora frente a la estantería.
Para ser una niñata de seis años tenía bastante fuerza, eso o su resaca estaba multiplicando la sensación de su manita porque ni se dio cuenta de que había una chica en el estante de novedades con la que estaban a punto de colisionar. Tuvo la suerte de frenar a tiempo y convertir la colisión en un simple choque que la obligó a dar un traspiés.
—¡Oh, mierda! —dijo agachándose a por la película—. Perdona.
—¿Gabriel? —La chica miró a la niña y luego le miró a él ocultando una sonrisa.

—¿Ciara?

¡Estáis todos invitados!

No creo que hagan falta introducciones, llevo tanto tiempo preparando esto (intentando que salga adelante) y estoy tan emocionada de que al fin sea realidad que me he quedado sin fuerzas para soltar más  palabras. 


Gracias a todos los que ya habéis comprado la novela y  me habéis hecho partícipe de ello, gracias a Alejandro Vizcaino por ayudarme a solicitar una sala  en ese sitio de  lujo que es el Archivo Histórico Palacio de Valdecarzana, gracias a Ana F. Zapico por ofrecerse como presentadora del evento y también César por soportarme estos últimos  días (menudo mérito tiene, buf).



Sé  que muchos no podréis asistir, aunque también sé  que os gustaría, por eso intentaré traeros una crónica lo más temprano posible para que podáis conocer todos los detalles. Y para los que sí podáis asistir,  seguid el mapa. El Palacio tan solo está a 2 minutos a pie del Ayuntamiento de  Avilés  y tiene ese aspecto medieval tan de cuento que, sin duda, ayudará  a la  ambientación del evento.




¿Qué me decís? ¿Nos vemos allí? Os recuerdo que el Concursazo Navideño sigue activo, en él  podéis llevaros un ejemplar  de esta novela a  casa (entre otros premios),  no os lo perdáis.

¡Salpicados! Capítulo 9



Capítulo 9

—Que sea negra, por favor.
Sentado tras la barra de madera  oscura, no pudo controlar la sonrisa  que se abría paso mostrando sus dientes. Ciara tenía algo que la hacía diferente al resto de mujeres que había conocido hasta la fecha. Era despierta, culta,  divertida y siempre se mostraba tan confiada de sí misma  que daba la sensación de haber estado ensayando soliloquios y gesto frente al espejo; hasta manejando la caña tenía estilo.
—Hoy estás muy elegante —dijo ella comiéndole con los ojos. Un gesto que hizo a Gabriel sonrojarse como una colegiala—. ¿Adónde vas?
—Vengo de una reunión de padres y tutores. Al parecer no todos los niños se están adaptando muy bien a primaria —le explicó mientras se quitaba la cazadora de cuero y la dejaba en el taburete contiguo—.  Y sí, mi Melisa es uno de ellos. La  profesora  dice que siempre está contándoles historias muy extrañas a los otros niños, que tiene la cabeza en las nubes y se empeña en compartirlo con todos los demás.
—Todos  los niños tienen la  cabeza llena de  fantasías, lo que pasa  es que tu niña  es muy espabilada y tiene más  poder de liderazgo que la propia seño. Y si la profesora fuese un poco lista, le daría a Melisa tareas que la estimulasen y arrastrase a sus compañeros con ella. —Ciara se acordó de colocar el posavasos antes que la bebida,  para variar—.  ¿Cacahuetes?
Gabriel rechazó con la mano el bol de aperitivos.
—Me gusta mucho más tu versión —añadió él—. Según la tutora debo aplicarle un castigo consecuente cada vez que venga una nota en su agenda,  para que aprenda  que su comportamiento en el colegio importa también fuera.
La chica frunció el ceño al escucharlo. Extendió la mano y robó un puñado de cacahuetes recordando las diferencias entre los profesores de la vieja y la nueva escuela.
—La actitud de Melisa no es  mala. No está mal tener carácter  y   expresarlo, lo único que falla es la  forma. Yo creo que esa niña tiene mucha fuerza y solo hace falta  reconducirla —le  explicó sin necesidad de entrar en detalles más técnicos. Los estudios más recientes defendían que las conductas indeseables desaparecían antes, y durante más  tiempo, si se premiaban  las buenas conductas—. Por  ejemplo, si yo fuera su maestra, le daría tareas como repartir las fichas, corregir las de algunos compañeros, ayudar a los que tengan mayores dificultades… En definitiva, darle la opción de ser la auxiliar de la clase. Convertirla en una líder de provecho.
Aquella versión de su hija le gustaba mucho más, y por su puesto el modo de abordarla  sería mucho más  cómodo.  No soportaba castigar a Melisa, no solo porque se ponía muy pesada,  sino porque lo pasaba casi tan mal como ella. Y más aún si la castigaba por algo con lo que ni siquiera estaba de acuerdo.
—¿Por qué no me  acompañas  a  la siguiente reunión de padres? —dijo esperanzado—.  Me  vendría bien una ayudita para defender a Melisa mientras las miradas de las  mamis me atraviesan.
Un cliente recién llegado ocupó un asiento en el otro lado la barra circular y ambos le miraron.  Ciara solía tomarse unos segundos antes de  atenderles, para que pudieran ojear la tabla de precios y decidir que les apetecía. 
—Te acompaño adónde  quieras.
Echó a andar hacia el cliente dejando a Gabriel pasmado sobre la  silla. Aquella  chica, la  misma que contoneaba su trasero bajo unos vaqueros ajustados, le estaba tirando la caña de forma descarada. Por lo que sabía de su vida,  Ciara había conseguido lo que se había propuesto y ahora entendía por qué,  no parecía una mujer que se anduviese con rodeos.  Tal vez fuese más sutil en otros  aspectos, o con otros hombres, pero a él se lo estaba dejando claro.  O se lanzaba ahora, o no lo haría nunca.
—Ciara.
—¿Sí? –dijo ella recuperando el espacio.
—¿Cuándo terminas?

—En teoría ya he terminado, pero el segundo encargado se  está retrasando hoy. Tenía no sé qué asuntos con su exmujer y la custodia de los niños… Pero en media hora creo que habré  terminado —le  explicó—. ¿Por qué?

Tú escribes: Cristina Argibay Oujo





Edgar Mora es un estudiante de medicina que, después de haber muerto su madre, vuelve a encontrarse con su padre recordando momentos del pasado que deberían de haberse quedado atrás. En el pueblo en el que pasó su infancia empieza el progreso de Edgar, el cual nos explicará en primera persona, todos los acontecimientos que le rodearán hasta llegar a descubrir la verdad, su verdad y la de su familia. En este trayecto le acompañaran diferentes personajes como la seductora Rebeca que le llevará directamente a “la boca del lobo” o la dulce Daniela que intentará ayudarle a escapar de aquel infierno.




Esta inquietante portada y la sinopsis que la acompañan son fruto de Cristina  Arbigay Oujo, una autora novel aún no publicada. Esta  gallega  de 16 años se decidió a  iniciarse en el arte de la escritura tras leer "Los  Juegos de Hambre" y,  después de unos años de escritura, se ha decidido a compartir sus letras  a través  de su blog (clic) dónde nos cuenta la historia de Edgar  capítulo a capítulo. Una historia enmarcada en los géneros de terror y paranormal.


 ¿Qué es lo que más te inspira a la hora de escribir?
A la hora de escribir todo me sirve de inspiración. Cosas de mi vida cotidiana, personas que pasan por la calle, situaciones… En un día puedo encontrar miles de ideas las cuales apunto y luego desecho las más idiotas. La música y las imágenes también me inspiran mucho. Hay veces que cuando la inspiración no quiere arrancar me paso la tarde viendo películas, viendo imágenes o escuchando música ya que son las cosas que más ideas traen a mi mente.

Hace tiempo que Cristina se puso en contacto conmigo en busca de algún consejo que la ayudase a mejorar,  pero como ya sabéis poco más  puedo ofrecer  que los tutoriales de este blog (la falta de tiempo siempre me presiona) pero sí que pude comentarle dos pinceladas  que me alegra ver que ha tenido en cuenta.   Sin embargo, debo reconocer que me  da  la impresión de  que aún está buscando su estilo. Sus letras son muy correctas, salvando alguna falta de ortografía ,  y el  argumento está muy bien hilado. Pero, desde mi humilde punto de vista, Cristina aún es muy joven y estoy segura de que su camino de escritora irá  definiendo su  estilo con el  tiempo. Sé  que esto es  algo que no nos suele gustar mucho escuchar, pero la  práctica (y los cayos,  como diría mi tía modista)  va  asociada con dejar pasar  el tiempo. Tenemos que crecer  como escritores y Cristina aún tiene mucho que aprender y aplicar.

¿Cuáles son tus aspiraciones a alcanzar como escritora? 

Mis aspiraciones son mis sueños y como soñar es gratis, yo sueño con hacer alguna película, corto o serie. Digamos que ese sería mi sueño más alto. Luego tengo el sueño de publicar en un libro o varios de todo lo que vaya escribiendo. Deseo que la gente me lea, que le atrape mi historia, que digan “¡Hey!, esto es interesante” o “Esto es nuevo, me gusta”, me encantaría que le gustara tanto lo que escribo que hicieran parejas inventadas, fics y fanarts, que si busco mi nombre en Google me aparezcan resultados de gente hablando de mi. Poder servir de inspiración para otros.
Sin embargo, lo que más busco con escribir es poder expresarme a través de los personajes y sus emociones complejas y retorcidas. Y a pesar de todo, escribir lo veo como un hobby. Pienso estudiar una carrera diferente y puede que en el futuro sí me dedique a la escritura pero por ahora sólo será un pasatiempo muy importante para mi.

Eso sí,  no hay que perder de vista que la  materia prima  es muy buena, las ideas están ahí, y ese argumento con su enrevesado entramado podría pulirse más  dando lugar a una historia digna de cualquier estantería paranormal. El mundo que envuelve a los personajes, la leyenda de Chronos, las pinturas...

  • ¿Mi consejo para Cristina? Que siga escribiendo, todos los días,  con ese entusiasmo por las letras y esa  gana de aprender que la caracteriza.  Aplicar lo aprendido y seguir creciendo.
  • ¿Mi consejo para vosotros, lectores? Que os paséis por su blog y os dejéis atrapar por la historia de Edgar Mora. Ella nos adelanta la noticia de que está  a la espera de  la  respuesta de una editorial,  ¿no tenéis curiosidad por saber cómo va  avanzando? Estoy convencida de que participar desde el  principio en la carrera de escritora de Cristina  y verla crecer como tal no tendrá precio.

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