Ecos de Britania, Vicente Baratas Martín

Tú escribes

Allá por el mes de Abril conocí a un autor novel lleno de entusiasmo por su obra, me sorprendió la positividad sobre sus escritos autopublicados lo que me pareció un rasgo de valentía inigualable. Y es que, para mí, todos los autores que dan el paso a la autopublicación o a la difusión de sus escritos por medios no editoriales son, sin rodeos, valientes. No todo el mundo sabe caminar sin el respaldo de una editorial a sus espaldas, porque es difícil y a veces descorazonador; tal vez por ello todos los que se lanzan  a hacerlo comparten estas características: fuertes, positivos, amables, cercanos... Y lo mejor es que esa actitud es contagiosa.

Como os decía, allá por el mes de Abril conocí a Vicente Baratas Martín. La página web de su obra estaba muy bien organizada y en ella se encontraba, ni más ni menos, que toda una trilogía; y no una de las escuetas precisamente. 

Hoy me han vuelto a torturar.
Tampoco esta vez ha habido preguntas, ni acusaciones. Se han limitado a suministrarme la medida justa de dolor antes de arrojarme de vuelta a este pozo húmedo y hediondo excavado bajo las calles de Rávena.
¿Habéis escuchado hablar alguna vez del péndulo? Yo, hasta hoy mismo, jamás antes en la vida. Y os digo una cosa: quizá no se trate de la peor forma de tortura concebida por el hombre, pero sí que es cierto que te lo puede hacer pasar bastante mal. Aunque a simple vista no lo parezca.
Esta mañana, como siempre, entré en esa covacha que hace las veces de cámara de torturas temiéndome lo peor. Esperaba encontrar preparados para la ocasión todos esos cuchillos, agujas y tenazas que tanto me habían impresionado en visitas anteriores pero que aún no había tenido ocasión de saborear en mis propias carnes, o puede que esa barrica en la que por muy poco no acabé ahogado la última vez y el martillo con el que hace un par de meses me machacaron unos cuantos dedos del pie. Pero nada. Ni barrica, ni martillo, ni cuchillos. En lugar de eso, no había allí otra cosa que una cuerda colgada de una polea y unos cuantos pesos de hierro mal amontonados en un rincón. Y el caso es que pensé: «¡Vaya! Una de dos: o van a ahorcarme de una vez o a colgarme con las patas para arriba hasta que me baje toda la sangre a la cabeza y se me acabe saltando el único ojo que me queda».
Tampoco tuve ocasión de preguntarle a mi verdugo cuál sería el plato del día. Por fortuna o por desgracia, el que me ha tocado en suerte es de los de naturaleza práctica, más bien tirando a comodón. No como ésos que disfrutan minando la moral de sus víctimas, mostrándoles una a una cada herramienta mientras les explican con todo lujo de detalles todas su propiedades y maravillas.


Los reinos del oeste,
primer volumen de Ecos desde Britania.
Esta trilogía tiene caracter histórico, ambientada en los reinos artúricos. Está narrada en primera persona, lo que nos facilita conocer el mundo que envuelve a un protagonista que no lo tendrá nada fácil para conseguir su libertad. Para que sea más fácil identificarlas os dejo la imagen de cada una de las portadas con sus respectivos enlaces para la lectura gratuita on-line.




Además de ofrecernos la lectura de sus obras a través de su web, el autor se ha autopublicado gracias al portal bubok; un lugar donde los interesados pueden comprar esta trilogía en versión papel o e-book. Para más información os invito a que paseéis tranquilamente por su página web y contactéis con él si lo creéis necesario, algo que tenemos los autores noveles es que somos muy cercanos a nuestros lectores y siempre estamos más que agradecidos por ello, ¿verdad?

Espero que os guste esta nueva sección y os invito a participar activamente en ella.

Léeme


Dejó escapar el aire de entre sus labios fruncidos lentamente, se desinfló hasta comprobar que estaba completamente vacía. Nada puede interponerse entre ella y sus objetivos, ni siquiera el sentimiento de inseguridad heredado de su patética tía. Puede con ello, lo sabe, ella siempre se sale con la suya.
En cuanto sale del servicio, Alma le da la señal desde el otro lado del pasillo, justo entonces abre la puerta del salón de actos de una patada.
—¡Se acabaron las clases! —grita enérgicamente desde el fondo del auditorio.
El público gira la cabeza en los estáticos y acolchados asientos que les mantenían adormilados durante la charla del orientador, sorprendidos y agradecidos. Incluso la secretaria parece aliviada con la interrupción que la despierta de sus viajes mentales al infinito (viajes de los que nadie la culpa, son muchos años escuchando el mismo discurso para arengar a las tropas de estudiantes que se graduarán en unos meses tras las navidades). Sin embargo, la expresión del director está aún más nublada que la última vez en la que se encontraron.
Éste se puso en pie, con la intención de amonestarla públicamente, pero el sonido de una guitarra eléctrica a sus espaldas le hizo temblar ante lo inesperado. Algunos estudiantes rieron, otros parecían expectantes, tal vez alguien se sentía molesto, pero a nadie le resultaba indiferente.
Sentía el poder recorriendo su piel, tal vez por eso no desafinó ni una sola nota mientras atravesaba el pasillo y se subía al escenario junto al personal del instituto que no sabía cómo actuar. Por suerte, sus colegas sabían lo que debían hacer: batería, dos guitarras y un bajo.
Aquella versión rock-punk de uno de los villancicos más cantados de la historia, no era lo que los estudiantes se esperaban en esta charla orientativa sobre cómo escribir un ensayo a la universidad elegida. La energía que emitía el auditorio, lleno de gente que aplaudía y bailaba al son de aquel ruido, no era lo que los profesores tenían planeado para despedir el último año de los estudiantes en aquel instituto.
Las caderas casi le salían del sitio moviendo la falda de tablas de un lado a otro, sus brazos tocaban la guitarra en el aire al tiempo que juntaba su espalda con el verdadero guitarrista, un Josh que parecía imbuido en su propio solo.
Continuó cantando y mirando a su público a los ojos. Parece que lo han conseguido, nadie resulta indiferente. No pudo evitar fijarse en las caras de disgusto (¡maldita inseguridad contagiosa!), como la de aquel joven que parecía desafiarla con la mirada; ¿será el chico nuevo?, ¿será uno de esos empollones del club de física?, ¿o tal vez del de astronomía?; fuera como fuese, para ella no significaba nada hasta entonces.

Solicito vuestra sincera opinión, si os gusta prometo seguir adelante....

Paparruchas

Cansada de tantas tonterías, paso. Definitivamente. No voy a difamar -como a una pequeña parte de mí le gustaría hacerlo- pero prometo que en su debido momento os dejaré claro el qué, el porqué y sobre todo el desde cuando... Tal vez muchos os llevéis las manos a la cabeza, tal vez otros os lo imaginábais porque tendréis más experiencia en este mundo, a saber. 

Por el momento solo quiero que sepáis que un día de Diciembre se convertirá en el primer día del resto de... Sí, eso exactamente. No pienso volver a repetirme por en este rinconcito mío feliz y ajeno a todas las piedras -rocas- que me encuentro en el camino. Dice un profesional al que admiro que el mundo no es cruel sino contigente, esta vez debo quitarle la razón -al menos en lo que a mí se refiere- porque sangre, sudor y lágrimas se han vertido por esta historia. 

Para mí ha merecido la pena, espero que para los escasos pero impresionantes lectores haya sido interesante. ¿Os espero en la siguiente parada del viaje? Cruzo los dedos por ello. Por el momento os adelanto que hasta  las noches blancas nos quedamos como estamos, eso sí con unas cuantas pistas por el camino. Voy a dar lo mejor de mí, podéis creeme, y a hacer todo cuanto esté en mi mano para que sea bueno, bonito y barato, claro que sí. Además pienso esconder un regalo en cada página, un regalo para vosotros. Avisados quedáis.

Porque Poème era una bruja y la orquídea tan solo una flor....